La nación
Los individuos que sinceramente han decidido ser sostén de su nación nunca se permiten desatender ni la más mínima de las cuestiones de interés general, aunque puedan haber ocasiones en las que tengan que olvidarse de sus propios problemas.
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Una nación que goce del más alto nivel se compondrá de personas unidas en toda cuestión pública, respetando la perspectiva mayoritaria. Apenas hay que decir que la gente de la nación debe haber recibido una educación común de valores compartidos en la religión, en el idioma y en la conciencia histórica.
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Si no podemos aceptar la crítica de aquellos a quienes amamos y quienes nos aman, podemos perder nuestros amigos y no ser conscientes de nuestros defectos.
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No recuerdes las promesas que no te han cumplido otros; al contrario, recuerda las tuyas propias que no hayas cumplido. No culpes a otros porque no te estén haciendo el bien; al contrario, recuerda las oportunidades que perdiste de hacerle el bien a alguien.
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Una de las cosas más importantes que nos debilita como nación es que somos muy confiados hacia aquellos que nos engañan, mientras que pretenden ser nuestros amigos. No creas en todas las promesas y no te dejes engañar con aquellos que te aconsejan con sonrisas.
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Si la gente confunde la trampa y los trucos con prudencia e inteligencia, su nación sufre de algo parecido a la etapa terminal del cáncer. Todo lo que aparentemente luzca como avance, sería como confundir la hinchazón de una glándula tuberculosa con un crecimiento saludable de ésta.
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Si el pueblo de una nación puede establecer relaciones tan fuertes como aquellas que existen entre miembros de la misma familia, la nación se desarrollará rápidamente. En cambio, una nación cuya gente ni se ama ni confían entre ellos no se puede considerar como nación en el verdadero sentido de la palabra y su futuro no es prometedor.
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