Sidq (Veracidad)
Sidq significa ser veraz u honesto en pensamientos, palabras y acciones, y se expresa en la vida del viajero en el camino de Dios de la siguiente manera: no miente, vive impulsado por la honestidad y se esfuerza por ser una expresión fidedigna de la lealtad a Dios. En otras palabras, nunca se desvía de la verdad en sus pensamientos, palabras y acciones y, obedeciendo el mandato coránico «estad en compañía de los veraces» (9: 119), busca siempre la verdad tanto en lo individual como en lo social. Estas gentes tienen tanta escrupulosidad a la hora de ser veraces, que jamás hacen declaraciones falsas o dicen mentiras, ni siquiera en broma. Tal y como se narra en un hadiz del Profeta, quien es veraz hasta ese punto queda registrado como tal por el Tribunal Supremo; el individuo que, por el contrario, alberga pensamientos, palabras y acciones contradictorias y engaña a los demás, queda registrado como mentiroso.[1]
La veracidad es el camino más seguro que lleva hacia Dios, y los veraces son los viajeros afortunados que lo recorren. La veracidad es el espíritu y la esencia de la acción y la pauta genuina del pensamiento recto; distingue a los creyentes de los hipócritas y a la gente del Paraíso de la gente del Fuego. La veracidad es una virtud profética presente en los que no son Profetas y con la cual los «siervos» comparten las mismas bendiciones que los «reyes». Dios Todopoderoso ha declarado en el Corán que tan veraz es quien lo transmitió como quien lo confirmó: «En cuanto a aquel que ha venido con la verdad y aquel que la ha confirmado, aquellos son los piadosos devotos» (39: 33).
Se puede definir la veracidad como el intento de preservar la integridad personal, además de evitar la mentira y la hipocresía, incluso en circunstancias difíciles en las que se piensa que una mentira podría implicar la salvación. Yunayd al-Bagdadi dice: «El verídico y leal cambia de estado al menos cuarenta veces al día (para salvaguardar la integridad personal); el hipócrita, por su parte, permanece igual durante cuarenta años sin sentir inquietud o malestar (por su desviación)».[2]
El grado inicial y más bajo de la veracidad es ser sincero y comportarse de la misma manera, tanto en público como en privado. A esto le sigue ser veraz en todos los pensamientos, sentimientos, acciones e intenciones. Los veraces son esa gente valiente cuyos sentimientos, pensamientos y acciones no se contradicen entre sí; los más veraces son esos héroes que son verídicos en todas sus imaginaciones, intenciones, sentimientos, pensamientos, acciones y gestos.
Utilizar todas las facultades y capacidades personales para conseguir la veracidad en todas las acciones, la fidelidad a una causa o ideal elevado y la perseverancia para lograrlo, son atributos de la Misión Profética. En el versículo: «Y menciona a Abraham en el Libro. Fue sin duda un hombre sincero y veraz, un Profeta» (19: 41), el Corán se refiere a este grado supremo de la veracidad. La veracidad es el atributo primordial de todos los Profetas y la fuerza moral más poderosa, la actividad que genera los medios para servir al Islam y al Corán. Es también el mérito más grande y el documento más valido del creyente para la Otra Vida. Dios llama nuestra atención sobre este punto tan importante: «Este es el Día en que su sinceridad (fidelidad y firmeza) beneficiarán a todos los que fueron veraces en su palabra (hacia Dios)» (5: 119).
Para los Profetas, los purificados, los eruditos perfectos y los santos cercanos a Dios, la veracidad es como una montura celestial que, a la velocidad del relámpago, puede llevarlos a la cima de las alturas; la mentira, por el contrario, arrastra a Satán y a sus seguidores a las profundidades más insondables. Los pensamientos que van en alas de la veracidad «vuelan hacia lo alto» incrementando su valor; en el suelo de la veracidad las acciones crecen y florecen, siendo las oraciones y súplicas veraces y sinceras las únicas que son bienvenidas y alcanzan el Trono de la Misericordia.
La veracidad es tan eficaz como el «elixir» del Nombre Supremo de Dios. Cuando le preguntaron por el Nombre Supremo, Bayazid al-Bistami respondió:
Mostradme el Nombre Ínfimo de Dios[3] para que yo pueda enseñaros el Nombre Supremo. Si hay algo tan eficaz como el Nombre Supremo (para que las oraciones y las acciones sean aceptadas por Dios), eso es la veracidad. Todo Nombre que se recite con la Verdad, se torna Supremo.[4]
La veracidad fue lo que hizo que la luz del arrepentimiento brillase en la frente del profeta Adán, la paz sea con él. La veracidad sirvió de nave al profeta Noé, la paz sea con él, cuando las aguas cubrieron el mundo. La veracidad proporcionó al profeta Abraham, la paz sea con él, la frescura y la protección contra el fuego al que había sido arrojado. La veracidad eleva a la gente común a alturas extraordinarias, y es una llave que abre la puerta a reinos y realidades que están más allá de la existencia visible. Aquel a quien la veracidad eleva no podrá ser detenido en su ascensión, y, para el que usa esta llave, las puertas no se cerrarán. Véanse lo apropiadas que son las palabras de Rumi cuando habla sobre ella:
La veracidad del amante influye incluso en lo inanimado;
¿Por qué debería entonces extrañarle que afecte al corazón del hombre?
La veracidad de Moisés afectó al cayado y a la montaña;
Afectó incluso al mar, grande y espléndido.
Y en lo que respecta a la veracidad de Muhammad,
Llegó a afectar al rostro de la luna y al resplandor del sol.[5]
Hay muchos versículos en los que el Corán menciona que, para ser un verdadero creyente, se depende de la integridad personal y de la veracidad en palabras, acciones, sentimientos y sentidos más internos. Dice también que ese grado de integridad y veracidad es la base de la felicidad en este mundo y en la Otra Vida. Los siguientes versículos son un buen ejemplo de ello:
- «Y di: “¡Señor mío! Hazme entrar de una manera sincera y fiel a la verdad, y hazme salir de una manera sincera y fiel a la verdad y concédeme de Tu Presencia un apoyo firme, una prueba poderosa”» (17: 80).
- «Y concédeme la más verdadera y virtuosa notoriedad entre la posteridad» (26: 84).
- «Advierte a la humanidad (de las consecuencias del camino que están siguiendo) y da a los creyentes las buenas nuevas de que tienen una posición segura con su Señor (por su creencia, fidelidad y actos rectos)» (10: 2).
- «Y los piadosos devotos estarán en los Jardines y junto a los ríos; En la reunión de honor y lealtad ante la Presencia del Soberano Omnipotente» (54: 54-55).
Entrar con la verdad, salir con la verdad, ser recordado por la veracidad, tener un fundamento verdadero y un reposo verdadero, son las estaciones y provisiones para un largo camino que se extiende desde este mundo hasta la Otra Vida. Como todo aquello que sucede en este mundo produce frutos en la Otra Vida, el veraz siempre busca lo verdadero, observa la verdad cuando inicia una empresa o cuando se traslada a otro lugar en el nombre de Dios, vive y actúa conforme a los dictados de la verdad y lega la veracidad a las generaciones posteriores. Su objetivo es merecer la felicidad eterna en la Otra Vida.
Para ser veraces en pensamientos, decisiones y acciones, los creyentes intentar serlo de una manera consciente. Este es el primer paso. Aquellos que lo hayan decidido así, deben persistir en la veracidad, sin que les importen las consecuencias, y abstenerse de todo aquello que cuestione su decisión. El segundo paso es enfocar la vida de este mundo hacia la defensa de la verdad y conseguir la aprobación y la complacencia de Dios. Estas personas son conscientes de sus errores y defectos y no se rinden, ni cambian de actitud, por los asuntos de ese mundo. El tercer paso es establecer la veracidad en la conciencia de forma tan firme que gobierne todos y cada uno de los ámbitos de la vida. Esto es idéntico a la estación de la complacencia que aparece explicada en el hadiz: «El que está complacido con Dios como Señor, con el Islam como religión y con Muhammad como Profeta, ha paladeado con deleite la creencia».[6]
La mayor veracidad y fidelidad consiste en estar complacido con el Señorío de Dios, sea cual sea el trato que Él nos dispense, aceptar el Islam como el sistema Divino que gobierna nuestras vidas y someternos de buen grado a la guía o liderazgo del mejor de la creación, la paz y las bendiciones sean con él. El camino hacia la verdadera humanidad consiste en asumir esta grave responsabilidad, una tarea que resulta difícil de cumplir a la perfección.
Vamos a concluir con estos hermosos versos:
Lo que corresponde al ser humano es la veracidad
Incluso aunque le amenacen;
Dios Todopoderoso ayuda a los veraces.
¡Dios nuestro! Haz que seamos de aquellos que declaran «¡Nuestro Señor es Allah!» y luego son de los correctos; y concede paz y bendiciones a nuestro maestro Muhammad y a sus Compañeros, los honestos y sinceros.
[1] Al-Bujari, «Adab», 69; Muslim, «Birr», 103-105.
[2] Al-Qushayri, Ar-Risala, 336.
[3] Todos los Nombres de Dios son grandes. Pero, respecto a los que contienen la manifestación y la inclusión, hay algunos que pueden ser superiores a los demás. Por ejemplo: Allah (Dios), el Nombre propio del Ser Divino, es el más abarcador y el que incluye al resto de los Nombres. Lo mismo se aplica al Nombre «el Más Misericordioso», al que casi se le considera sinónimo de Dios. Según sea la misión y la función de cada uno, la supremacía del Nombre varía entre los Profetas y los santos. Para el profeta Jesús, (por ejemplo y según Muhyi’d-Din ibn al-‘Arabi), el Nombre Supremo era «el Todopoderoso», y para el profeta Moisés, la paz sea con ambos, era «Aquel Quien todo lo Habla».
[4] Abu Nu‘aym, Hilyat ul-Awliya’, 10:39.
[5] Rumi alude al cayado de Moisés que se transformó en una serpiente (20:20); y a que abrió el mar en dos (26:63); y también al momento en el que el profeta Muhammad, la paz y las bendiciones sean con él, con un gesto de su dedo, partió la luna en dos (54:1).
[6] Muslim, «Iman», 56; An-Nasa’i, «Yihad», 18.
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