¿Es un método de hermandad mundial o es el objetivo de la vida humana?
La religión dice que toda la gente desciende de los mismos padres y que todos son iguales, como los dientes de un peine; no acepta ningún tipo de discriminación o privilegio basado en raza, color, nacionalidad, edad o atributos físicos, en absoluto y ordena: «Todos vosotros sois de Adán, y Adán fue creado de la arcilla. Entonces ¡Oh gente! Ser hermanos y hermanas». Y también, todos vosotros sois humanos y todos los humanos son iguales ante Dios. Sólo los verdaderamente piadosos que temen a Dios; aquellos que representan la verdad tanto con sus palabras como con su comportamiento, son exaltados y honorables. Ni el país, ni la raza, ni el color pueden ser una causa de superioridad. Todos vosotros moriréis y rendiréis cuentas por vuestras acciones hechas en este mundo. Aquel día no habrá ningún soborno o favoritismo de nadie; sólo una fe firme y las buenas acciones contarán.
Como sabéis, Dios Todopoderoso no creó a todas las personas del mismo carácter ni con los mismos rasgos de modo que piensen y crean idénticamente en conformidad el uno con el otro. En el la Sura Huyurat del Corán (49:13) Dios declara: « ¡Oh hombres! Sin duda os hemos creado de un macho y una hembra, y os hemos hecho naciones y tribus, para que reconocierais unos a otros; y en verdad que el más honorable de vosotros ante Dios es el más devoto (quién tiene más cuidado en cumplir las órdenes de Dios); Dios es Omnisciente, el Más Sabio. De este modo, Él nos muestra que la presencia de diferentes naciones, las comunidades y las tribus sobre la Tierra son una fuente de riqueza. Los diferentes valores y la riqueza cultural que son presentados por diferentes pueblos constituyen una riqueza que pertenece a toda la humanidad.
Creemos que este entendimiento de hermandad, cuyos principios hemos tomado de nuestra religión, debería ser mundial, al menos en términos de amistad. Un mundo donde la paz y la felicidad prevalecen puede estar sólo basado en la «amistad» fundamental. Por lo tanto, aquellos que desean mejorar el mundo deben comenzar primero por si mismos. Si quieren dirigir a los demás hacia un mundo mejor, antes que nada deben purificar su mundo interiore del resentimiento, el odio y la envidia, y al mismo tiempo, deben embellecer su dimensión externa con virtudes. Los sentimientos inspirados por aquellos que no pueden controlar ni disciplinar a si mismos; que no pueden destilar y purificar sus propios sentimientos y que no pueden ofrecer una mano cariñosa a la gente no serán duraderos, aunque sus palabras parezcan atractivas e influyentes al principio.
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