Faqr y Ghina (Pobreza y Riqueza)
Para los sufíes, pobreza significa que el iniciado declara no poseer cosa alguna, que está a salvo de todo tipo de vínculo con las cosas mundanas y que, en su relación con Dios, experimenta una necesidad y desvalimiento absolutos que están fundados en la servidumbre y en el hecho de que Dios es el Único Objeto de Adoración. No es pobreza en el sentido que entiende la gente normal, ni tampoco significa mendigar ante la gente ni exhibir las dificultades que se sufren.
El camino sufí de la pobreza comporta el cortar las relaciones con todo aquello que no sea el Eternamente por todo Suplicado y depender sólo de Él para satisfacer las necesidades personales. Por este motivo, cuanto más desapegado se esté de todo lo mundanal y transitorio, mientras más aniquilado en la dependencia de la Esencia y los Atributos Divinos, más se ha alcanzado la pobreza; y es entonces cuando se pueden repetir las palabras del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él: «La pobreza es mi orgullo».[1]
Tal y como dicen unas palabras bendecidas, esto sucede cuando la pobreza se convierte en una dimensión de la fe y de la sumisión, cuando ya no se depende de la ayuda, voluntad y poder de todo lo que no es Dios. Pero incluso si este tipo de persona tuviese la suficiente riqueza como para llenar el mundo entero, al estar sujeto a la decadencia y al agotamiento, no depende de ella, sino que se vuelve hacia Dios con todas sus fuerzas y emociones, consciente de que su pobreza e impotencia son su realidad fundamental. ¡Cuán hermosos son los siguientes versos de Nabi, un poeta otomano del siglo XVII!:
No mires a la pobreza con desprecio, ¡Oh Nabi!
La pobreza es el espejo donde se refleja la independencia de los demás.
Rumi hizo otra sutil observación sobre la pobreza:
La pobreza es la esencia y todo lo demás es la forma;
La pobreza es un remedio y lo demás enfermedad.
El mundo entero no es más que vanidad y petulancia;
Pero la pobreza es el núcleo real y el significado de la existencia.
Pero incluso si la persona es incapaz de percibir, con la luz de la creencia, su pobreza y debilidad fundamentales, la realidad es que es débil, pobre y necesitada. Dios Todopoderoso dice: «¡Oh seres humanos! Todos sois pobres ante Dios y absolutamente Le necesitáis a Él, mientras que Él es Acaudalado y Autosuficiente, Digno de Alabanza» (35: 15). Del mismo modo que para venir a la existencia todo el mundo necesita Su acto de elección, voluntad y decreto, y para luego sobrevivir en cada instante es necesaria su Existencia Permanente y Autosuficiente.
La pobreza y necesidad del individuo ante el Todopoderoso no implica humillación alguna; por el contrario, la conciencia acrecentada de la propia pobreza produce grados más elevados de dignidad, porque esta conciencia ante el Acaudalado y Autosuficiente es en sí misma una riqueza.
El creyente se da cuenta entonces de que no depende de los demás, y llega a adquirir esta conciencia de independencia hasta tal punto que siente en su interior que Dios es la única fuente de poder y de riqueza. Buscamos Su ayuda y, en consecuencia, es a Él hacia Quien nos volvemos. Y aunque la persona sea pobre desde el punto de vista material, ya no necesitará cosa ni persona alguna.
El creyente está convencido de que todo lo que existe, incluido él mismo, pertenece básicamente al Todopoderoso, porque todos los elementos de la creación no son más que sombras de la sombra de Su Existencia absolutamente independiente. Este grado de certeza de la Unidad de Dios se llama «aniquilación en Dios»; dos pasos más adelante está la subsistencia con Dios. Respecto a esto, Hayali, otro poeta otomano del siglo XVII, dice:
Hayali, cubre tu cuerpo desnudo con el manto de la pobreza;
Esto es lo que les enorgullece, no saben nada de sedas ni de rasos.
La pobreza es la meta de los santos, el estado natural de los sabios purificados y la muestra más evidente del amor a Dios. El Todopoderoso ha situado la pobreza en los corazones de Sus amigos para que éstos puedan prosperar gracias a ella. La pobreza es una llave de luz con la que abrir el ojo del corazón a los tesoros inagotables de Dios. El que tiene esta llave es la persona más rica del mundo, puesto que la pobreza es la puerta a la riqueza. Los que atraviesan esta puerta alcanzan en su conciencia los tesoros infinitos del Poseedor de toda propiedad y descubren que la pobreza es idéntica a las riquezas más reales. Este es el motivo de que podamos decir lo mismo que Yunaid al-Bagdadi: «La riqueza no es más que el grado último y perfecto de la pobreza».[2]
Cuando alcancemos la conciencia perfecta de la pobreza esencial que tenemos ante Dios, y de nuestra absoluta dependencia de Él, seremos completamente ricos porque ya no sentiremos necesidad alguna. Esto es lo que probablemente significa el célebre dicho: «La verdadera riqueza es la riqueza del corazón». Cuando alguien ha alcanzado este grado de riqueza, es como si hubiese encontrado una tarjeta de crédito que es válida para cualquier lugar. A quien tiene este misterioso capital ya no se le puede considerar pobre o impotente. Esto es lo que describen las líneas siguientes:
El poder es Suyo, y gracias a Él somos poderosos.
Somos de sobra conocidos por Su Nombre o Su fama.
Cruzamos las cimas y continuamos nuestro camino;
Superamos con facilidad todas las dificultades.
No poseemos nada de este mundo, pero somos absolutamente ricos,
Y Su Dignidad hace que seamos respetados y reverenciados.
Seguimos el camino de la reflexión,
De forma que, para nosotros, todo lo que existe,
Es una fuente del conocimiento de Dios.[3]
[1] Ibn Hayar, Talhisu’l-Jabir 3/109; as-Sahawi, al-Maqasidu’l-hasana, 1/408, 762.
[2] Al-Qushayri, Ar-Risala, 273.
[3] M. Fethullah Gülen, Kırık Mızrap («Plectro Roto»), pág. 66.
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