Halwa y ‘Uzla (Intimidad y Aislamiento)
Teniendo en el contexto del sufismo el significado literal de soledad y de vivir sin compañía, halwa y ‘uzla (intimidad y aislamiento), denotan al iniciado que se aísla para dedicar por entero su tiempo a la adoración de Dios bajo la guía y supervisión de un maestro espiritual.[1] El iniciado busca purificarse de todas las creencias falsas, de las emociones y pensamientos oscuros, y de aquellos conceptos e imaginaciones que le separan de la Verdad Absoluta, cerrando para ello las puertas de su corazón a todo lo que no es Dios y conversando con Él mediante el lenguaje de sus capacidades internas.
El aislamiento es una dimensión de la intimidad; la austeridad es otra. El primer paso de la intimidad se completa en cuarenta días y se le conoce, en consecuencia, como el período de cuarenta días de austeridad. Cuando el maestro espiritual conduce al iniciado a esa intimidad, lo lleva a una habitación tranquila donde reza por el éxito del iniciado, al que luego deja en soledad. En esa habitación, el iniciado llevará una vida austera en total aislamiento. Comerá y beberá frugalmente en ese rincón de reclusión que es como una puerta que conduce a la cercanía de Dios. Las necesidades corporales disminuyen y se disciplinan, se olvidan los deseos de la carne, y la totalidad del tiempo se dedica a la adoración de Dios, la contemplación, la reflexión, la oración y la súplica.
En este sentido de austeridad y de evitar la compañía de la gente, la privacidad se remonta a los primeros días del sufismo, incluso a los grandes Profetas. Numerosos Profetas y santos y, más concretamente, la gloria del género humano, la paz y las bendiciones sean con él, pasaron parte de sus vidas en reclusión. No obstante, su sistema original de aislamiento y privacidad ha sufrido cambios inevitables con el paso del tiempo. La reclusión del profeta Abraham, los períodos de cuarenta días del profeta Moisés, la austeridad del profeta Jesús, la paz sea con ellos, y la privacidad del príncipe de los Profetas, la paz y las bendiciones sean con él, han sido practicadas por mucha gente de diversas maneras y, en consecuencia, ha sufrido algunas modificaciones. [2]
Hasta cierto punto, estos cambios pueden considerarse como algo natural puesto que, al estar relacionada la reclusión con el talante, temperamento y capacidad espiritual del individuo, los maestros espirituales perfectos son los únicos que pueden conocer y decidir la duración y las condiciones a las que debe someterse el iniciado en su aislamiento. Yalalu’d-Din Rumi pasó en reclusión muchos períodos de cuarenta días. No obstante, cuando encontró un maestro perfecto y verdadero lo dejó para unirse a la compañía de la gente (yalwat). Ha habido muchos, antes y después de él, que han preferido estar con la gente en lugar de evitarla.
La austeridad, una de las dos dimensiones de la intimidad, implica tener sujetas las riendas de la gratificación de la carne y animar al espíritu a que se eleve hacia la perfección humana de la que está enamorado. La austeridad es lo único que puede frenar al alma corpórea, obligarla a renunciar a las pasiones e impulsos malignos para someterse a los mandatos de Dios, obligarla a ser humilde y ser como la tierra de un macizo de flores:
Sé como la tierra para que las rosas crezcan en ti,
Pues la tierra es el único medio de cultivarlas.
Gracias a la austeridad se puede recibir parte de la gracia Divina. Hay algunos que pueden adornar su conocimiento con una moral elevada y sus actos religiosos con sinceridad y pureza de intención; con ello obtienen la cortesía necesaria para sus relaciones con Dios y con otras personas. Otros descubren que, en su relación con Dios, se ven yendo de un lado para otro y buscan sin cesar la forma de acercarse a Él. Y hay otros que, como la polilla que acaba de salir de su capullo, pasan la vida en compañía de seres espirituales a los que se pueden considerar como las mariposas de los mundos celestiales a los que acaban de llegar.
Lo fundamental de la privacidad es que el iniciado sólo busque la complacencia de Dios y espere con constancia ese favor Divino. Durante esta espera, el iniciado no debe estar ocioso sino esperar con los ojos del corazón abiertos de par en par, con la mayor atención y con entusiasmo, para no perder ningún tipo de inspiración o regalo Divino que entren en su corazón. Hay que esperar con la cortesía y el decoro más apropiados la experiencia de estar en presencia de Dios. Las siguientes palabras de Lamakani Huseyin Efendi[3] aclaran este significado de manera muy apropiada:
Limpia la fuente de tu corazón hasta que sea perfectamente pura.
Fija la mirada en tu corazón hasta que éste se convierta en un ojo.
Deja atrás las dudas y acerca a esa fuente la jarra de tu corazón.
Cuando esté llena del agua que produce deleites,
Retírate y somete ese hogar a Su Dueño.[4]
Cuando te vas, no hay duda de que Dios viene a Su morada.
Nunca permitas que el demonio-ladrón entre en la casa de tu corazón,
Porque, una vez dentro, es muy difícil echarlo.
Es cierto que Dios carece de todo tipo de limitación en el tiempo y en el espacio, y que Su relación con el creyente tiene lugar en las «laderas» de su corazón. Por esta razón, las «colinas esmeralda» o «laderas» tienen que estar siempre dispuestas a recibir las oleadas de Sus manifestaciones a fin de que, en palabras de Ibrahim Haqqi de Erzurum: [5]
El corazón es la morada de Dios; purifícalo de todo lo que no sea Él,
Para que el Rey pueda descender a Su palacio por las noches.
Dios Todopoderoso ordenó al profeta David: «Mantén vacía esa morada para Mí, para que pueda ocuparla». Algunos han interpretado que «mantén vacía esa morada» significa purificar el corazón de todo lo que no sea Dios, y no tener relaciones con los demás sin antes tener en cuenta la complacencia de Dios. Las siguientes palabras de Rumi lo expresan de manera adecuada:
El sabio y el sensato prefieren el fondo del pozo,
Porque el alma se solaza en la intimidad (para estar con Dios).
La oscuridad del pozo es preferible a la que causa la gente.
El que se aferra a las piernas de la gente,
Jamás ha podido sacar la cabeza.[6]
Debes aislarte de los demás, no del Amado.
Los abrigos de piel son para el invierno, no para la primavera.
El objetivo del retiro es purificar el corazón del amor que no va dirigido a Dios, además de estar continuamente con el Amado; aquellos que son capaces de sentir la presencia de Dios, al mismo tiempo que viven entre la gente, y que son capaces de discernir la Unidad Divina en medio de la multiplicidad, se considera que están siempre en reclusión con Dios. Por el contrario, el aislamiento de esos otros que, a pesar de vivir una vida retirada no han purificado sus corazones de los apegos a otras cosas que no son Dios, no es más que un mero engaño.
Los que siempre se sienten en la presencia de Dios no necesitan aislarse de la gente. En palabras de Rumi, ese tipo de personas son como los que tienen un pie en la esfera de los Mandatos Divinos al tiempo que hacen girar el otro, como la aguja de una brújula, alrededor del mundo. Experimentan ascenso y descenso en cada instante. Esta es la reclusión admitida y preferida por los Profetas y los santos.
Dios Todopoderoso dijo al profeta David en una ocasión: «Oh David; ¿por qué te aíslas de la gente y eliges estar a solas?». David, la paz se con él, contestó: Señor mío, renuncio a la compañía de la gente por Ti». El Todopoderoso le advirtió: «Mantente alerta, pero no te distancies de tus hermanos. En todo caso, aléjate de aquellos cuya compañía no te beneficia».[7]
¡Señor nuestro! Haz que nuestros secretos sean mejor que lo que revelamos, y mejora lo que divulgamos. Y concede paz y bendiciones a nuestro maestro Muhammad y a sus Compañeros, que eran todos leales y devotos del bien.
[1] Hay otros significados que se atribuyen al término halwa(t), como opuesto a yalwat (compañía de la gente). No obstante, nuestro objetivo no incluye su análisis en este momento.
[2] Véase el Corán, 19: 48, 2: 51, 5: 26, 7: 142; Ibn Maya, «Ashriba», 25; Al-Bujari, «Bad’ul-Wahy», 3; Muslim, «Iman», 252.
[3] Lamakani Huseyin Efendi (m., 1625) fue uno de los poetas y guías sufíes más famosos del Estambul del siglo XVII. Vahdetname («El Libro de la Unidad») e Insan-i Kamil («El Hombre Universal») son sus obras más conocidas.
[4] Se dice que el corazón es la morada de Dios en el ser humano.
[5] Ibrahim Haqqi de Erzurum (1703–1780) fue uno de los personajes más destacados de la Turquía Otomana del siglo XVIII. Vivió en Erzurum y en Siirt, en la Turquía oriental. Fue maestro sufí y autor prolífico y enciclopédico que escribió sobre temas tan diversos como teología, moralidad, matemáticas, astronomía y medicina. Su Ma‘rifetname («El Libro del Conocimiento y las Habilidades») es muy conocido y sigue leyéndose extensamente.
[6] Es decir, fracasará el que confíe en la gente a la hora de conseguir su objetivo.
[7] Al-Ghazali, Ihya’ ‘Ulum ad-Din, 2/160.
- Creado el