El Determinismo en la Historia
La perfección y la felicidad de las generaciones del mañana será el fruto de las almas generosas de hoy y de los hombres de acción. Esperar que surja un mañana perfecto y ordenado de las cansadas, desanimadas, desaliñadas y errabundas masas que hoy se entregan a la comodidad y al letargo, no es sino autoengaño y autocomplacencia. Los mañanas se desarrollarán y florecerán en el seno del hoy. Serán nutridos y alimentados por los senos del tiempo presente y sólo así podrán llegar a su apogeo. Del mismo modo que nuestra existencia actual, con sus aspectos buenos y malos, lleva las huellas del ayer, también nuestro mañana será una copia del presente, una copia que se habrá desarrollado, expandido y emergido desde la individualidad, hasta convertirse en parte de la sociedad. Nuestra vida nacional, con sus colores y cualidades peculiares, es como un río que fluye desde las llanuras, las montañas y los manantiales del pasado, fluyendo hacia el futuro con sus propios matices y tonos. Mientras avanza hacia el futuro, este río recoge y lleva consigo las características de los lugares que ha recorrido. Si miramos con atención a este río, en el que también fluimos nosotros, percibiremos el toque de nuestros antepasados, sus huellas, su excitación, sus preocupaciones, sus ideales, y los productos de sus mentes y de sus músculos, en su fluir y en su recorrido. Por lo tanto, podemos asumir que ellos son la fuente de nuestra vida y que nosotros destilamos la savia de las generaciones futuras con nuestra dinámica histórica.
Si pudiese ser comprendida la esencia de este tipo de herencia, el espíritu de una nación sería siempre joven y sobreviviría eternamente, sin importar si el mundo envejece por doquier, si el tiempo cambia por completo o si se alteran las eras. Los que nos precedieron se marcharán y los que se han ido serán seguidos por los recién llegados. Por lo tanto, si durante ese cambio y esta transformación, Abu Bakr se convierte en Omar ibn Abd al-Aziz, si Omar se transforma en Fatih, si el espíritu de Ali se convierte en el de Battal Ghazi y si los Leones de Badr se manifiestan en la profundidad del espíritu y en la esencia de Manzikert, Kosovo y Gallipoli, ello significa que todo se dirige hacia la eternidad. Creo que la fórmula mágica de la renovación y de la eterna juventud ha de ser esa. Los sacrificios de nuestras vidas individuales serán la base de nuestra existencia y de nuestra continuidad nacional. Enfrentarnos a todas las dificultades con una sonrisa nos garantizará la vida eterna en este mundo y en el más allá. Los personajes heroicos, aquellos que superan a todos los héroes de las utopías y que pueden preparar el futuro para nosotros y para la humanidad, son aquellos que hacen un mejor uso de las etapas de la vida. Desde el rosa temprano en que nos damos cuenta de nosotros mismos en el colorido y exuberante mundo de la juventud, pasando por el período en que la madurez se torna superior, con fuerza, potencia y fuerza de voluntad, hasta llegar al firme, digno y ponderado tiempo de la vejez. Estos héroes son los que adoptan sus decisiones, cuidadosa e inteligentemente, a través de estas etapas; son aquellos que están listos y dispuestos a sacrificar por los demás algo de su propia vida en cada curva del camino de su existencia; son los que, incluso al morir, mueren con el rostro vuelto hacia los reinos superiores y están llenos de amor por los demás, por elección y voluntad propias. Tales héroes desconocidos siempre andan y actúan de ese modo, libremente, y se dirigen siempre hacia delante, pero nunca lo hacen en pos de una recompensa. Siempre viven de generación en generación, como un buen recuerdo o evocación, y desean encontrarse con su muerte como si se tratase de un extraño el que se muere.
Nos resultará imposible prometerle algo al futuro del mundo y sobrevivir en nuestro mañana si no formamos a personas con estas características, si no les damos la oportunidad de representar esta dinámica, o si no organizamos las diferentes etapas de sus vidas en las redes de esa dinámica del alma y de esa vida esencial. Si aceptamos el período en que estamos ahora como base de la imagen dorada del tiempo que queda por venir, dicha base ha de ser apreciada y utilizada correctamente. Hemos de usarla con conocimiento, con conciencia, con comprensión y paciencia. Esta fundación debe de estar abierta hacia el futuro: sin embargo, debemos preservar el espíritu y la esencia. Las facetas que estén abiertas a interpretación deben permitir la adquisición de una riqueza que sea capaz de abrazar el futuro, de modo que nuestro mañana no se desarrolle desconectado de la actualidad. Si descuidamos este principio, será inevitable que se produzca un mal resultado. Ya que, teniendo en cuenta el espíritu de la religión y los principios de las leyes naturales que rigen el universo (shariat al-fitriyya), cuando las causas son descuidadas —dentro del universo de las causas, por supuesto— sería incorrecto suponer que las consecuencias relacionadas con dichas causas habrán de tener lugar. El determinismo (mu’ayyaniyyat), que podemos siempre observar en los fenómenos naturales, es también cierto para los eventos históricos, de forma condicional y relativa. La eventos y las personas que son parte de la historia son como semillas que fueron sembradas en el suelo de la historia o como huevos mantenidos en la incubadora de la historia, y pueden ser considerados como la fuente o los cimientos sobre los cual se está formado y modelando el presente. Del mismo modo, las causas que se hallan dispersas como semillas en las laderas de la colina de la historia son —desde esta perspectiva de causalidad— los factores o causas que determinarán las consecuencias que toman forma por la sabiduría, color por la justicia, expresión por la estabilidad y que son conformadas por la integridad.
De hecho, ¿no ha sucedido así hasta ahora? ¿No son los oscuros días de antaño el resultado de las turbias obras y asuntos de períodos anteriores? ¿No brotó el agua del Diluvio del suelo que pisaron los pecadores que desafiaron al Profeta Noé? ¿Acaso no fueron los vientos que soplaron en Ahqaf y que pusieron la tierra del revés, sino una acción para purificar el lugar que la tribu de Ad había mancillado (Corán 46:21)? ¿No fue el sacrificio de Sodoma y Gomorra la dádiva entregada por la Tierra a los Cielos en compensación por las atrocidades allí cometidas? ¿No fue la discordia, la ignorancia y la mala interpretación del mundo realizada por las naciones de Asia Central, que se convirtieron en lobos a la espera unos de los otros, la razón por la que fueron destruidas por Gengis Khan y Hulagu durante la historia antigua, y por la que, en los tiempos modernos, han sufrido bajo el despiadado reinado del comunismo, el socialismo y el capitalismo?
¿No fueron los suspiros, gemidos y lamentos de los oprimidos, desde los desesperados gritos de Cartago a los estremecedores gritos de los primeros cristianos, gritos que ascendieron a los cielos, las razones por las que la pompa del Imperio Romano se vio reducida a escombros? ¿No fue el hecho de que algunos de ellos fuesen considerados «parias» lo que hizo que la India fuese pisoteada por las ambiciones imperiales durante largo tiempo? Incluso en la historia reciente, casi todos los que traicionaron al Imperio Otomano y a su honorable nación, una nación considerada como elemento de equilibrio desde el interior de África hasta los Balcanes, y desde allí, hasta algunos países asiáticos, han pagado con creces el precio de su traición. ¿No fue la injusticia, tiranía y persecución llevadas a cabo por Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini y similares, los peores y más despóticos opresores de la historia, lo que hizo no sólo que sus ideas, sino que también sus estatuas fuesen desmanteladas y derribadas, como si fuesen tumores y quistes malignos del cuerpo de la humanidad?
A pesar de toda la tiranía y del maltrato que sufrieron, los primeros musulmanes ahogaron a sus enemigos con su propia enemistad y con su justicia, e izaron sus banderas por todo el mundo. Badr y la conquista de la Meca significaron el triunfo de la justicia y la equidad; Uhud fue la victoria de la inocencia sobre el maltrato. Como blandían sus espadas con sus corazones, sus victorias se multiplicaron. Durante este bendito período, los que parecían ser campos de derrota se convirtieron en campos y zonas de victoria, en arcos de triunfo en el camino hacia el futuro. Por el contrario, desde el momento en que el ansia de poder se apoderó de la espada y la lengua del corazón fue encadenada, ¿no ha conllevado todo dominio y gobierno material aparentemente exitoso una aplastante derrota y un fracaso espiritual completo, convirtiendo las zonas conquistadas en lugares donde reina el dolor de la separación, la amargura del corazón, el sufrimiento mental, el anhelo y la pesadumbre?
Hasta ahora, no importa bajo qué nombre, título o forma, el mal alimenta al mal y la opresión gira en un círculo vicioso. Quienes han sembrado la sedición han cosechado el mal. Sin embargo, aquellos que siembran el bien siempre recolectan el bien y la abundancia. A veces, aunque las consecuencias de los buenos o malos intentos se retrasen, su momento llega y, sin duda alguna, aparecerán, florecerán y harán que los opresores giman de dolor. En cuanto a los oprimidos, obtienen así un medio de salvación y felicidad. Pueden pasar años, a veces eras, entre la causa y el efecto; pero cuando el tiempo predeterminado del efecto llega, se hace tan perceptible que la consecuencia para el inocente, para el libre de culpa, es el paraíso completo, y para el desobediente y el opresor es el fuego absoluto del infierno.
Es posible interpretar todo este discurrir de la historia en términos de causa y efecto. De hecho, del mismo modo en que es posible interpretarlo en el sentido de justicia según las leyes naturales que gobiernan el universo, también puede ser aceptado como una causa importante en los ciclos históricos. Existen probablemente muchas causas detrás de los eventos históricos. Sin embargo, el Señor del Poder Infinito hace de las causas un velo de Sus actos y envuelve nuestro mundo con ellas. Son una bendición misteriosa que, junto con el atributo de la fuerza de voluntad que ha concedido a la humanidad, constituyen los materiales y medios necesarios que utilizamos para cumplir nuestras obligaciones.
En este sentido, del mismo modo en que, a veces, un pequeño esfuerzo puede ser el primer paso para obtener un logro muy importante, también una mala opinión o un acto equivocado pueden acarrear resultados desagradables. Podemos, por lo tanto, esperar un feliz y colorido futuro, bendito y bello, en el que la humanidad emerja como un bordado en miniatura trabajado con la idea del bien por algunas afortunadas generaciones de hoy.
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