Consulta
Para los herederos de hoy, la consulta (shura) es una cualidad vital y una regla esencial, como lo fue para los primeros herederos. Según el Corán, es el signo más claro de una comunidad de creyentes y la característica más importante de una sociedad que ha entregado su corazón al Islam. La importancia de la consulta es mencionada en el Corán al mismo nivel que el salat (la oración prescrita) y que el infaq (dar para mantener a la religión y a la gente por amor a Dios):
«Y aquellos que contestan a la llamada de Su Señor y Le obedecen (en Sus órdenes y prohibiciones), y establecen la Oración conforme a sus condiciones; y cuyos asuntos se dan mediante consulta entre ellos mismos; y quienes gastan de lo que les proveemos» (Corán, 42:38).
En este versículo se nos recuerda que la consulta es un tipo de conducta que está al mismo nivel que la oración. Se nos recuerda la importancia de la consulta por el hecho de que la respuesta y la aceptación de la palabra de Dios, o Su invitación y sus consecuencias, como las oraciones, la consulta y el dar, son mencionadas en el mismo mandamiento divino.
Por todo ello, una sociedad que no considera importante la consulta difícilmente puede ser considerada como completamente creyente. Una comunidad en la que no se aplica la consulta no es considerada como islámica en un sentido pleno y perfecto. En el Islam, la consulta es un elemento absolutamente esencial que tanto los gobernantes como los gobernados han de practicar. El gobernante es responsable de consultar sobre política de estado, gobierno, legislación y sobre todos los asuntos relacionados con la sociedad. El gobernado es responsable de expresar y transmitir sus opiniones y pensamientos al gobernante.
Las cosas importantes que han de tenerse en cuenta son: la consulta es la primera condición para el éxito de una decisión tomada en cualquier asunto. Todos hemos visto cómo aquellas decisiones tomadas sin suficiente reflexión, sin haber tenido en cuenta las opiniones y críticas de los demás, ya sea que estén relacionadas con individuos en particular o con la sociedad en general, han conducido al fracaso, a la pérdida y a la decepción. Incluso una persona que tenga una naturaleza superior y un intelecto sobresaliente, si se contenta con sus propias opiniones y no es receptiva y respetuosa con las opiniones de los demás, es más propensa a cometer errores y fallos que las personas normales. La persona más inteligente es la que más aprecia y respeta la consulta y la deliberación (mashwarat) y quien más se beneficia de las ideas de los demás. Los que están satisfechos con sus propias ideas en sus planes y acciones, o que incluso insisten o fuerzan a los demás a aceptar sus ideas, no sólo pierden un gran dinamismo, sino que también han de enfrentarse al desacuerdo, la hostilidad y el odio de las personas con las que están asociadas.
Del mismo modo que la consulta mutua es la primera condición para obtener los mejores resultados en cualquier tarea que se emprenda, también es el único medio de conseguir una fuente de poder importante muy por encima del de uno mismo.
Antes de emprender cualquier empresa no se deben escatimar esfuerzos en llevar a cabo la investigación preliminar, las deliberaciones y consultas necesarias, a fin de evitar tener que criticar al destino y culpar a otras personas asociadas con el que emprende la acción, y trabajar sobre la base de causa/efecto a fin de permanecer dentro de un plan previsor, y para no ahondar aún más en conductas perniciosas y generar consecuencias que podrían desembocar en un fracaso o en una calamidad. La decepción y el arrepentimiento son inevitables si el resultado y las consecuencias no han sido bien premeditadas y deliberadas y si no se ha consultado, previamente al establecimiento de la empresa, a gente con experiencia en la materia. Las iniciativas y las empresas que se emprenden sin suficiente consulta previa no llegan lejos y hacen que los que las acometen pierdan credibilidad y acaben desalentados, desanimados y desilusionados.
La consulta es una de las principales herramientas para mantener el orden islámico como sistema. A la consulta le compete la misión más importante, que consiste en resolver los asuntos que conciernen al individuo y a la comunidad, al pueblo y al Estado, a la ciencia y al conocimiento, a la economía y a la sociología, a menos, claro está, que haya un nass (un decreto divino, un versículo del Corán o una orden decisoria del Profeta en cualquier punto de la ley canónica) con una instrucción clara para evaluar la materia de que se trate.
En el Islam, el consejo consultivo del Estado es una institución que tiene una función de guía. Tiene lugar antes de tomarse decisiones ejecutivas. En la actualidad, en algunos países, existe una Corte Suprema, pero su función es bastante limitada, su competencia es bastante estrecha y es una institución mucho más limitada que la consulta islámica.
Incluso si el jefe de Estado o el líder es confirmado por Dios y alentado por la revelación y la inspiración, tiene la obligación de tratar los asuntos mediante la consulta. Ha habido algunos que no lo han hecho, pero, en general, el número de las naciones y comunidades que han mantenido esta institución con diferentes nombres y títulos, en diferentes momentos, no es en absoluto despreciable. De hecho, cualquier sociedad que la haya obviado u olvidado nunca ha llegado a prosperar y ha acabado pereciendo. Por ello, el Mensajero de Dios vio la salvación y el progreso de su comunidad en la consulta mutua: «Los que consultan nunca pierden».[1]
La consulta está mencionada explícitamente en el Corán en dos versículos, pero hay muchos más versículos que hacen referencia a la misma. El primero de los dos versículos que la mencionan de forma explícita es el arriba mencionado, y el segundo, que no requiere interpretación alguna, es el siguiente:
«Consúltales en las decisiones (públicas)» (Corán, 3:159).
También cabe señalar que la consulta es la palabra clave en este capítulo del Corán y que lo más significativo es que el capítulo se llame Shura (La Consulta), destacando así uno de los principios básicos que caracterizan a la comunidad de los verdaderos creyentes.
En este capítulo, la consulta es tratada como un atributo encomiable de los Compañeros. Se trata de un recordatorio que ha sido formulado como queriendo decir: «¿Por qué aquellos (los Compañeros) cuyas acciones se basan en la consulta no han de ser alabados?». Que los Compañeros fuesen elogiados precisamente por practicar la consulta, antes que por otras muchas de sus cualidades, puede considerarse como un importante indicador de su relevancia.
Al igual que la consulta es destacada en el Corán como una norma importante, también podemos reseñar que goza de una importancia considerable en el ejemplo del Profeta (Sunna) y que esta relevancia es subrayada en múltiples ocasiones. El Mensajero de Dios siempre consultó a los demás, ya fuesen hombres o mujeres, jóvenes o viejos, en cuestiones sobre las que el Decreto Divino no había sido revelado. Aunque hayamos avanzado en algunos aspectos, no podemos afirmar que disfrutemos aún del nivel de consulta alcanzado en aquella época.
Consultando con sus Compañeros en todos los asuntos, el Mensajero de Dios tomó en cuenta sus opiniones y puntos de vista, y cada proyecto futuro fue presentado y analizado por la conciencia comunitaria. Se sirvió de todos los sentimientos, emociones e inclinaciones que surgieron de aquella conciencia colectiva como punto de partida, lo que fundamentó y dio una mayor fuerza y solidez al trabajo que llevó a cabo posteriormente. Es decir, mediante la unión de todos y haciendo que todos participasen mental y espiritualmente en el trabajo a realizar, llevó a cabo sus proyectos sobre la base más fuerte y sólida.
Ahora vamos a relatar algunos hechos de la vida del Profeta que ilustran esto.
Antes y después de que los musulmanes hubiesen llegado a Uhud, el Mensajero de Dios consultó a sus compañeros y les dio instrucción de seguir ciertas estrategias durante la batalla. Una de las estrategias que empleó, sin haber recibido objeción directa o implícita alguna por parte de los Compañeros, fue apostar a los arqueros de una cierta manera en la colina; dijo cómo tenían los arqueros que hacer frente a los enemigos y tomar parte en la batalla, que no debían de cambiar o abandonar sus posiciones, bajo ningún concepto, que si otros soldados rompían filas o corrían en pos del botín tras una victoria clara, los arqueros debían mantener sus posiciones y continuar ejecutando la orden dada, sin seguir a los otros soldados...
Sin embargo, a pesar de que se dieron cuenta de la sabiduría en el hecho de obedecer las órdenes, algunos de los compañeros cayeron en un error de interpretación o de juicio y, suponiendo que la orden recibida ya no era válida, adoptaron de forma indirecta una actitud contraria, similar a la oposición indirecta a la que el Mensajero de Dios tuvo que enfrentarse durante el camino a Uhud[2]. Si otra persona hubiese tenido que hacer frente a tales oposiciones consecutivas, y sufrir las pérdidas y los daños que hubo en aquel momento, sin duda alguna habría rechazado a esas personas y a sus ideas y les habría dicho: «Marchaos y que Dios os castigue como os merecéis». Pero el Mensajero de Dios no hizo eso. A pesar de que había sido herido y de que su rostro estaba cubierto de sangre como consecuencia de los despiadados ataques de los enemigos a los que las acciones de sus Compañeros le habían expuesto, y a pesar de estar rodeado de los cuerpos mutilados de muchos de sus Compañeros y familiares cercanos, y en un momento en que algunos de sus amigos se habían preocupado y habían luchado por sus vidas y huyendo a Medina para salvarse, el Mensajero de Dios recitó el versículo «Conduce los asuntos en base a mutua consulta», a aquellos que le rodeaban, ya fuesen culpables o no, como si nada hubiera sucedido, y se sentó y les volvió a consultar respecto a su siguiente movimiento. No sólo les consultó, sino que les informó de que iban a ser perdonados, recibiendo así la Revelación Divina que le ordenaba rogar por su perdón:
«Fue por una obra misericordiosa de Dios que (cuando ocurrió el revés) fuiste (Oh Mensajero) indulgente con ellos (tus Compañeros). Si hubieses sido severo y duro de corazón, se habrían alejado de tu alrededor. Así pues, perdónales, reza por su perdón y consúltales en las decisiones (públicas); y cuando te decidas (a hacer algo), encomiéndate a Dios. En verdad que Dios ama a los que se encomiendan (a Él)» (Corán, 3:159).
Cuando este versículo fue revelado, tras la Batalla de Uhud, se dice que el Mensajero de Dios dijo: «Ciertamente, ni Dios ni Su Mensajero necesitan consultar. Sin embargo, Dios ha hecho de ello un medio para Su Misericordia. A quien consulta no se le niega la consecución de lo correcto, y quien la abandona cae en la desviación». Se desprende claramente de esta declaración que, al igual que Dios ordenó la consulta a su Mensajero, que no la necesitaba, también deben otros gobernantes o administradores ponerla en práctica. A los gobernantes se les recuerda que no han de ejercer la dictadura y que deben beneficiarse de las ideas de sus ciudadanos. Así es cómo los ciudadanos pueden prestar asistencia en el gobierno del Estado.
Véanse a continuación algunos de los comentarios del Profeta sobre la consulta, tomados de entre los muchos que hizo:
«El que consulta no lo lamentará».[3]
«El que consulta no sufrirá daño».[4]
«El que consulta estará seguro».[5]
«No ha habido comunidad que haya utilizado la consulta y que no haya podido alcanzar un resultado correcto».[6]
Teniendo en cuenta todo esto, existe consenso entre los eruditos islámicos en el sentido de que la consulta es uno de los principios básicos del Islam y que es una de las normas de necesaria aplicación en la vida. Siempre ha sido entendida y practicada así, a pesar de que pueden observarse algunas diferencias en su ejercicio a lo largo de diferentes edades y épocas y bajo ciertas condiciones y circunstancias especiales.
Evidentemente, la consulta no tiene prioridad sobre las Órdenes Divinas como fuente de legislación. Está en sí misma habilitada por Mandato Divino y, aunque puede ser la base de algunas leyes y principios, la consulta está restringida ya que depende de fuentes legislativas reales. Los asuntos establecidos por un claro decreto divino están más allá de la intervención de los seres humanos, y sólo se puede recurrir a la consulta a fin de determinar su significado. Los temas sobre los que no existe un decreto se entiende que están dentro de los límites de la consulta. En estos asuntos, existe la obligación de respetar los resultados y decisiones adoptadas tras la consulta, y no se puede actuar en contra de las decisiones adoptadas ni se puede seguir hablando o defendiendo otros puntos de vista y opiniones contrarias. Si hay un error o equivocación en la decisión adoptada, incluso si fue tomada por mayoría, se debe modificar o corregir por medio de una nueva consulta.
A pesar de que los decretos divinos sobre la consulta son, en cierto sentido, generales, están constreñidos por los decretos existentes sobre cuestiones particulares y también por los dichos y hechos del Mensajero de Dios. De hecho, los decretos en el Islam, excepto algunas pocas excepciones (aquellos que expresan principios universales y normas generales), no se extienden mucho ni entran en detalles en aquellas cuestiones que pueden ser consideradas como secundarias. Las cuestiones sobre las que no hay decreto alguno suelen caer dentro de los límites de la consulta y constituyen cuestiones abiertas a la deliberación.
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Tras aceptar el hecho de que los temas sobre los cuales el Islam ordena claramente un decreto se hallan fuera de los límites de la consulta y que las cuestiones sobre las que el Islam no tiene decreto alguno permanecen dentro de los límites de la misma, la consulta queda, consiguientemente, limitada por la regla por la que se rige y está de acuerdo con el Islam bajo todas las condiciones y circunstancias, y debe ser regulada con relación al Corán y a la Sunna, ya que la shura trata de lograr los objetivos descritos y definidos por la Palabra de Dios, por el Corán. A continuación, enumeramos algunos de los principios fundamentales a los que aspira el Islam: Establecer la igualdad entre las personas, luchar contra la ignorancia, difundir el conocimiento, entretejer y vincular cada tema y asunto con la identidad islámica, a fin de que los musulmanes no sean contradictorios con su propia esencia; dirigir a la gente de un país para proteger su territorio y su posición en el equilibrio entre los estados, lograr un equilibrio adecuado de justicia social entre el individuo y la comunidad, desarrollar y hacer que avancen, en cada individuo y en la nación entera, sentimientos de amor, respeto, altruismo, esfuerzo por el bien de los demás, sacrificio del beneficio material y espiritual y aspiraciones propias por el bien común, mantener y conservar el equilibrio entre este mundo y el otro, establecer el orden público y organizar la política nacional e internacional, seguir de cerca los asuntos del mundo y disponer, de manera precisa y cuando sea necesario, todos los recursos para hacer frente al mundo en su conjunto, incluida la preparación y modernización de equipos para hacer frente a la guerra psicológica. Todas ellas son preocupaciones humanas sobre las que todos los grandes gobernantes, administradores, pensadores y filósofos brillantes, han puesto siempre un gran énfasis. En el contexto de la dirección legislativa y representativa, el Profeta del Islam siempre se esforzó por alcanzar estos objetivos, y estableció la vida de las personas, los asuntos culturales, las empresas, sus acciones y relaciones mutuas, sobre estos principios. De esta manera, fue capaz de unir sus sentimientos, sus pensamientos, sus mentes, su lógica, sus percepciones y sus corazones.
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La Consulta, dentro del marco de sus atribuciones, promete algunos efectos y también sigue algunas reglas que conducen a resultados positivos. En este sentido, cabe mencionar que la consulta eleva el nivel de pensamiento y de intervención en la sociedad, recuerda a la sociedad su propia importancia, teniendo en cuenta sus puntos de vista, sobre todo con relación a los nuevos acontecimientos; recordándolo de esta manera, la lleva a producir ideas alternativas; mantiene la consulta como un principio activo por el bien del futuro del Islam; en cada caso, hace que el Sawaad al-A’zam (la mayoría de los individuos más elevados y más capaces o el consejo de la Comunidad Musulmana) participe en la administración en cierta medida; garantiza a través de la supervisión pública de la administración que la gente sea consciente de la necesidad de cuestionar y pedir cuentas a los administradores siempre que la situación lo requiera; y previene el comportamiento irresponsable de los gobernantes limitando su poder ejecutivo.
Como dijimos anteriormente, debido a la importancia vital de la consulta que Dios elogia a los Compañeros del profeta Muhammad como «aquellos que conducen sus asuntos mediante consulta mutua». (Corán, 42:38). Además, el hecho de que, hacia el final de la batalla de Uhud, en su momento más doloroso, Dios, una vez más, ordene al Profeta que «consulte y tome consejo de ellos» (Corán, 3:159) los Compañeros, que han causado unos momentos tan amargos y dolorosos, es excepcionalmente significativo.
Los dos versículos revelados relacionados con el principio de consulta son muy flexibles y responden a las necesidades de cualquier tiempo. Tienen una amplitud que supera todas las épocas, de manera que, a pesar de cuánto cambie el mundo y se alteren los tiempos, aunque los seres humanos lleguen a ser capaces de construir ciudades en el cielo, no sentirán la necesidad de añadir nada nuevo a estos decretos (los dos versículos). De hecho, todas las demás normas y principios del Islam están abiertos a una flexibilidad y universalidad similares, y siempre han mantenido y mantendrán en el futuro su frescura, pertinencia y validez, a pesar del paso del tiempo.
Sería útil recapitular los puntos que constituyen la base de la consulta.
1. La consulta es un derecho tanto para el gobernante como para el gobernado; y en el ejercicio de dicho derecho ninguno de ellos tiene preferencia, prioridad o superioridad sobre el otro. En el versículo «que conducen sus asuntos mediante consulta mutua» (Corán, 42:38), el Corán indica que ambas partes, el gobernante y los gobernados, tienen el mismo estatus: como todo el trabajo relacionado con los problemas de los musulmanes concierne a todos los individuos y a la comunidad, los derechos del gobernante y los de los gobernados son considerados como iguales. Sin embargo, el derecho puede variar según el momento, el lugar y las condiciones, y por lo tanto, la manera de llevar a cabo la consulta puede variar.
2. Como consecuencia del versículo, «consúltales en los asuntos» (Corán, 3:159), es necesario que el gobernante o administrador lleve el tema sobre el que es necesaria la consulta a la atención de los poseedores de buen juicio, si no lo hace tendrá que asumir las consecuencias. Los gobernados son responsables de expresar sus puntos de vista cuando se les consulte. Sin embargo, si los gobernados no expresan sus puntos de vista cuando se les consulta, tendrán que rendir cuentas de ello igualmente. De hecho, se considerará que no han cumplido su deber de ciudadanía si se niegan a que se les escuche cuando sus puntos de vista son solicitados, y aún más si incumplen su deber de expresar sus puntos de vista y opiniones.
3. Consultar para complacer a Dios y beneficiar a los musulmanes. Es esencial que no se permita que la línea de pensamiento del comité consultivo sea afectada o desviada mediante el soborno o el chantaje. El Mensajero de Dios dijo: «El que es consultado es un hombre de confianza. La persona consultada acerca de un asunto ha de expresar su punto de vista como si tuviera que decidir para sí mismo».
4. Puede que no siempre haya consenso (iyma) en la consulta. Sin embargo, en caso de que no haya acuerdo general o consenso en una opinión o decisión entre los presentes, se toma una decisión y se actúa según el dictamen y la convicción de la mayoría. Según el Mensajero de Dios, se considera que la mayoría representa un acuerdo completo:
La mano de Dios está con la comunidad.[7]
Mi pueblo no se une en torno a una desviación.[8]
Le pedí a Dios que no dejara a mi gente unirse en una desviación, y Él honró mi deseo.[9]
En estos hadices, se nos recuerda que la opinión mayoritaria es tan poderosa como la unanimidad y que debemos aplicar y cumplir la decisión de la mayoría. Podemos relatar muchos ejemplos de ello en la propia vida del Profeta, y en resumen, podemos decir que las consultas, al principio y al final de las batallas de Badr y Uhud, se llevaron a cabo de esta manera.
5. Cuando se ha llegado a una decisión, ya sea por unanimidad o por mayoría, siempre y cuando la consulta se haya llevado a cabo según las normas y de acuerdo con los principios de consulta, es inadmisible no estar de acuerdo u oponerse a la decisión tomada o proponer ideas alternativas. Continuar manifestando opiniones en contra de la decisión tomada con palabras tales como «(pero) sugerí una idea diferente y más sólida» o «(pero) ya he hecho una observación o comentario oponiéndome», sólo conduce a la derrota y no es sino un pecado. El Mensajero de Dios fue a Uhud de acuerdo con la opinión de la mayoría, aunque fuese en contra de su propio juicio (iytihad). Después de la batalla, no dijo ni hizo ningún comentario sobre la opinión de la mayoría, sobre su causa o sus consecuencias, aunque aquella hubiese sido errónea. Por otra parte, el Corán indica que la zalla (lapso, desliz) que cometieron los muqarrabin (los cercanos) durante la preparación de Uhud podía ser cuestionada.[10]
6. La consulta se ocupa de resolver los problemas planteados. No apela a decisiones basadas en conjeturas relacionadas con hipotéticos eventos. En cualquier caso, la vida islámica continúa a la luz de los decretos divinos. En cuanto a los acontecimientos que ocurren fuera de ese marco u otros planes y proyectos que han ser plenamente realizados, todos y cada uno, tomando en cuenta plenamente su particularidad, deben de ser resueltos por sí mismos, dentro de sí mismos y según su propio modo de acontecer.
7. El comité consultivo se reúne cuando surge la necesidad y sigue trabajando hasta que los problemas se hayan resuelto y los planes y proyectos hayan finalizado. Como no hay ningún decreto divino que diga que deba convocarse a intervalos regulares, no hay indicación alguna de que deba de estar integrado por individuos asalariados o remunerados. Las prácticas del Profeta y de los cuatro primeros Califas constituyen los parámetros en este sentido, no nos interesan las prácticas de los períodos posteriores. De hecho, la realización de la consulta por asalariados o funcionarios lleva aparejados muchos problemas y complicaciones.
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Tenemos que tratar la cuestión con aquella gente a la que podemos consultar. Como es imposible reunir a todos los habitantes de un país a la vez y consultarles, hay que hacerlo con un grupo limitado de personas. Además, dado que los asuntos a deliberar requieren un alto grado de conocimiento, experiencia y habilidad, se ha de establecer un comité de consulta constituido por personas distinguidas por dichas cualidades. Esto sólo puede ser llevado a cabo por personas de alto nivel, capaces de resolver asuntos diversos[11]. Especialmente hoy, al ser la vida más compleja y complicada debido a la globalización, al haberse convertido cada problema concreto en un problema planetario global, es vital que los que poseen competencia en materia de ciencias naturales, ingeniería y tecnología que son generalmente consideradas como útiles y apropiadas por parte de los musulmanes, han de cooperar con individuos de alto nivel y conocedores de la esencia, la realidad, el espíritu y las ciencias islámicas. Se puede consultar a personas cualificadas en las diferentes ciencias mundanas, en el conocimiento y en aquellos campos que sean necesarios, siempre que las decisiones tomadas sean supervisadas por las autoridades religiosas para asegurar su compatibilidad o acuerdo con el Islam. Puesto que la consulta recae en manos de un comité, la forma de llevarla a cabo de acuerdo con las diferentes épocas, circunstancias y situaciones, también cae dentro de su ámbito. A lo largo de la historia, es posible ver diferencias en el desempeño y en la aplicación de la consulta correspondientes a las diferentes épocas y a determinadas circunstancias particulares: A veces como pequeños círculos, otras veces como círculos amplios o grandes grupos, a veces incluyendo a la población civil, y otras abriendo sus puertas a las ciencias y a las fuerzas armadas, y así vemos que el formato de la consulta ha sufrido cambios y diferencias bastante considerables. Sin embargo, esto no ocurre porque aquella sea una norma sujeta a modificaciones, sino por su flexibilidad y por la universalidad de su aplicación en cada época y era.
Según las diferentes circunstancias y épocas, la forma y la composición del comité consultivo pueden variar; pero las cualidades y atributos de los seleccionados, que han de ser personas de conocimiento, justicia, educación social y experiencia, sabiduría y sagacidad, nunca deben cambiar. Justicia significa el cumplimiento de todas las obligaciones, pero evitando todo aquello que está prohibido y no hacer nada que vaya en contra de los valores humanos. El conocimiento comprende el conocimiento religioso, administrativo, político y científico. Cada individuo no tiene por qué ser un experto en las distintas ramas del saber. Sin embargo, el comité y la mente colectiva han de ser receptivos a todo el conocimiento anteriormente mencionado. Cuando los buenos modales, la experiencia y la educación social se encuentran relacionados con la cuestión que se está tratando, las opiniones y puntos de vista de las personas con experiencia han de tenerse en cuenta, aunque no pertenezcan a la comunidad científica. La sabiduría es conocimiento, suavidad, es, en cierto modo, la esencia de la Profecía, y conocimiento de lo que está detrás del velo, de la realidad que existe detrás de los fenómenos naturales. Ciertamente, el conocimiento permite a las personas percibir con la luz de la sagacidad y de la intuición, y entender aquello que le está vedado al hombre común, proporcionándoles talentos, habilidades e inteligencia para resolver los problemas individuales, sociales o comunitarios. La sabiduría es reconocida como un atributo de un valor muy elevado, aunque es poseída por muy pocos.
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La importancia que el Mensajero de Dios concedió a la consulta y su respeto por las opiniones de los mayores, de los jóvenes y de personas de diferentes clases sociales, requiere un tratamiento completo e independiente. Sin embargo, en este artículo abordaremos algunos ejemplos. El Mensajero de Dios siempre consultó y prestó atención a los puntos de vista de los demás, los tomó en serio y trató de establecer firmemente todos los planes y proyectos alternativos. Demostró la gran consideración que otorgaba a la consulta manifestando por separado su opinión a personas de buen juicio y opinión y, a veces, reuniéndoles a todos y basando, acto seguido, su decisión sobre un punto de vista colectivo:
1. Con motivo de la calumnias manifestadas en contra de su esposa Aisha (ifk), el Mensajero de Dios consultó a varios de sus Compañeros, a saber, Ali, Omar, Zaynab bint Yash y Barira. Ali manifestó la opinión de que el Mensajero de Dios debía de ignorar su preocupación y desdeñar las calumnias como infundadas. Omar, Zaynab, Barira y muchos otros que gozaban de una alta consideración, declararon que creían en la castidad de Aisha, y que estaba muy por encima de tales calumnias. Aunque la cadena de narradores no se considera fuerte, existe una narración sobre una conversación entre Omar y el Mensajero de Dios en la que éste le preguntaba a Omar su opinión sobre los hechos. Omar dijo: «Un día, mientras dirigías la oración en congregación, te quitaste las sandalias y las empujaste a un lado. Cuando te preguntamos la razón de ello, respondiste que algo impuro había manchado tus sandalias y el Arcángel Gabriel se acercó a ti y te informó de ello, pidiéndote que te quitases las sandalias. Ahora bien, si algo mancha el buen nombre de tu esposa, ¿no te informaría Dios acerca de ello?». A pesar de que la autenticidad de esta conversación es considerada alta por algunos estudiosos del hadiz, la lección que de ella se desprende en lo que respecta a tomar consejo es bastante importante.
2. Antes de partir para la batalla de Badr, el Mensajero de Dios consultó a los Muhayirun y a los Ansar[12]. Miqdad, en nombre de los Muhayirun, y Sa’d ibn Mu’az, en nombre de los Ansar, expresaron opiniones similares rebosantes de fe, sumisión y entusiasmo, que confirmaron y apoyaron la opinión del Mensajero de Dios, sirviendo así para convencer a sus tribus y a la comunidad presente de que debían cumplir las decisiones adoptadas. Como se puede ver en esta ocasión, el Profeta siempre quiso que las decisiones vitales fuesen tomadas y aprobadas por la comunidad en su conjunto, marchando hacia el objetivo con el apoyo de la opinión pública.
3. Una vez más, en la preparación de la batalla de Badr, el Mensajero de Dios tomó consejo de Compañeros, como Jubab Ibn Munzir, sobre las posiciones y el campo de batalla donde iba a desplegarse el ejército del Islam, y decidió utilizar estrategias de acuerdo con sus sugerencias. Los musulmanes derrotaron a un ejército tres veces mayor que el suyo y regresaron a Medina cantando canciones de victoria.
4. Durante la Batalla de la Trinchera (Ahzab), su voluntad de escuchar y llevar a cabo la propuesta de Salman al-Farisi de que los musulmanes debían cavar zanjas alrededor de los puntos por donde era probable que el enemigo tratara de infiltrarse en Medina, es otro ejemplo de cómo el Mensajero de Dios daba importancia a la consulta.
5. Durante la negociación del Tratado de Paz de Hudaybiya, el Mensajero de Dios volvió a consultar a sus Compañeros. Tras oír las opiniones de todos los musulmanes, consultó a su esposa, nuestra madre, Umm Salama, sin descuidar o ignorar su opinión, evaluando los puntos de vista y las inclinaciones personales de los Compañeros, y decidiendo, tras ello, un camino y una estrategia que transformó una derrota potencialmente completa, un completo fracaso, en una clara victoria, volviendo luego a Medina tras salvar las vidas y las almas de muchos.
Cuando contemplamos de cerca la vida del Mensajero de Dios, vemos que cada asunto o problema sobre el que no hubo revelación, fue tratado y llevado a cabo mediante consulta, siendo presentado a la comunidad y decidido colectivamente, poniéndose luego en práctica y ejecutándose la decisión. Por consiguiente, los consejos consultivos que vemos en los diferentes estados islámicos a lo largo de la historia no son nada más ni menos que la continuación de aquella primera consulta y de aquel consejo del modelo profético.
[1] Qurtubi, al-Yami‘u Li-ahkam-il Qur’an, 4/251
[2] Algunos Compañeros más jóvenes que no tuvieron la oportunidad de asistir a la batalla de Badr quisieron luchar en el campo de batalla. Cegados por sus deseos, no supieron apreciar el sabio juicio del Profeta de resistir al enemigo defendiendo la ciudad, Medina. Esto se considera una zalla, un lapso.
[3] Qurtubi, al-Yami‘u Li-ahkam-il Qur’an, 4/251
[4] Ibíd.
[5] Abu Dawud, Adab, 114; Tirmizi, Zuhd, 39; Adab, 57; Ibn-i Maya, Adab, 37.
[6] Qurtubi, al-Yami‘u Li-ahkam-il Qur’an, 16/36
[7] Tirmizi, Fitan, 7.
[8] Ibn Maya, Fitan, 8.
[9] Musnad, 6/396.
[10] Véase nota 7.
[11] Este consejo se llama ahl al hal wal aqd que significa «los que pueden solucionar los asuntos».
[12] Los Muhayirun son los primeros musulmanes que emigraron a Medina desde Meca y los Ansar son los habitantes de Medina que ayudaron a los emigrantes, acogie ron en sus casas, compartieron con ellos todo lo que tenían y los primeros musulmanes.
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