En el Umbral de un Nuevo Milenio
De la misma manera que cada amanecer, cada salida del sol y cada primavera que se aproxima significan un nuevo inicio y una esperanza renovada así lo es cada nuevo comienzo de siglo y cada milenio. En lo que a esto se refiere, la humanidad, ubicada en el paso inexorable del tiempo —sobre el cual no tenemos control—, siempre ha deseado una nueva chispa de vida, una bocanada de aire tan fresco como el viento del alba y además ha esperado y anhelado avanzar hacia la luz desde las tinieblas, de un modo tan fácil como cruzar el umbral de una puerta.
Tan sólo podemos especular sobre el momento de la aparición del primer hombre y de la primera mujer sobre la Tierra, la cual equipara a los Cielos puesto que exhibe la creación divina y por su ontológico significado que contiene; y el valor de la Tierra proviene en gran parte de su habitante principal: la humanidad. De acuerdo con el calendario moderno estamos hoy en día en los umbrales del tercer milenio después del nacimiento de Jesús, la paz sea con él. Sin embargo desde que el tiempo gira y avanza en una relatividad helicoidal, existen diferentes medidas temporales en el mundo. Por ejemplo, según la medida de tiempo que actualmente disfruta de una extensa aceptación global, el mundo se halla cerca de cruzar el umbral de un nuevo período de mil años. Según el calendario judío, nos encontramos ya en la segunda mitad del octavo milenio. Dentro del período de medición temporal hindú, estamos viviendo en la era de Kali Yuga. Si consultamos el calendario musulmán estamos acercándonos al final de la primera mitad del segundo milenio.
Sin embargo, deberíamos recordar el hecho de que cada medida temporal no es más que una medida relativa. Mientras que un período de 100 años se establece para un siglo, podríamos establecer el período de un siglo en 60 años, teniendo en cuenta la esperanza de vida de una persona. Desde este punto de vista, nos encontraríamos ya en el cuarto milenio después del nacimiento de Jesús, la paz sea con él, y en el tercer milenio después de la Hégira ––la emigración del profeta Muhammad de La Meca a Medina— que es la fecha en la que se rige el comienzo del calendario musulmán. Saco a colación este asunto debido a la creciente inquietud espiritual producida por los terribles augurios que se cree están asociados con los cambios de milenio, especialmente en Occidente.
La gente vive siempre en perpetua esperanza. En el momento que pierden esta esperanza también pierden esta «chispa de vida», no importa si su existencia corpórea continúa o no. La esperanza es directamente proporcional a tener fe. De la misma manera que el invierno constituye una cuarta parte de un año, los períodos en la vida de una persona o sociedad que equivalen a un invierno, son también cortos. Los engranajes de los Actos Divinos giran en torno a unos propósitos tan comprensivos y misericordiosos que el transcurrir del día y la noche nos realza la esperanza y revivifica el espíritu y cada nuevo año que se aproxima nos trae esperanzas de que entremos en un plazo breve en la primavera y el verano. En definitiva, los períodos adversos son cortos y seguidos por tiempos felices, ya sea en la vida de un individuo o en la historia de una nación.
Este movimiento cíclico de los «Días de Dios», que se basa en la Sabiduría Divina, no simboliza temor ni pesimismo alguno para aquellos con fe, entendimiento e innegables facultades perceptivas. Más bien es una fuente de continua reflexión, remembranza y agradecimiento para aquellos que tienen un corazón temeroso, íntima percepción y la habilidad de escuchar. Como un día que se desarrolla en el corazón de la noche y como el invierno proporciona la matriz en la cual la primavera crece, de este mismo modo nuestra vida es purificada, madurada y da los esperados frutos dentro de este ciclo. También en este recorrido, las habilidades humanas que Dios nos otorga se convierten en aptitudes y talentos, la ciencia florece como si del capullo de una rosa se tratara, la tecnología se abre camino en el tiempo y así la humanidad se acerca gradualmente a su fin predestinado.
Habiendo establecido esta visión general, la cual no es personal ni subjetiva sino más bien un hecho objetivo de la historia humana, no debe pensarse que le damos la bienvenida también al invierno o a acontecimientos como éste último, que se corresponde en este caso con el sufrimiento, la enfermedad y el desastre. A pesar del hecho general de que la enfermedad eventualmente incrementa la resistencia a las infecciones del cuerpo humano, fortalece el sistema inmunológico y conduce al progreso médico, sigue siendo patológica y perjudicial. Ocurre lo mismo con las adversidades celestiales y terrestres. Desde un punto de vista teológico y moral, son el resultado de nuestros pecados y sufrimientos, los cuales son suficientes para zarandear la Tierra y los Cielos así como consecuencia de dedicarnos a los actos que han sido declarados prohibidos y despreciados por la ley y la ética (religiosa o secular). Aunque estas enfermedades han abierto los ojos a la gente en cuanto a sus errores y negligencias y han provocado el desarrollo en la geología, arquitectura, ingeniería etc., aunque eleven las arruinadas pertenencias de los creyentes al rango de caridad y a los creyentes por sí mismos al martirio, estos desastres causan mucha destrucción y perjudican a la humanidad.
De la misma forma, leemos en el Corán:
... Si no fuese porque Dios repele alguna gente por medio de otras, los monasterios, iglesias, sinagogas y mezquitas, donde Dios es regularmente venerado y Su Nombre es en gran medida mencionado, habrían sido demolidos (con el resultado de que Dios ya no sería venerado y la Tierra se haría inhabitable).... (Al-Hayy, 22:40).
En otras palabras, Dios sería tan poco conocido que los hombres y las mujeres, los cuales se inclinan ya de por sí y por su naturaleza a no reconocer cualquier entidad superior a ellos, creen que sus acciones no serán cuestionadas en el Más Allá y se perderán completamente en el camino a la perfección haciendo de esta manera inadecuada la Tierra para la vida humana. Existe también el Divino Decreto:
Es posible que os disguste algo que sea bueno para vosotros y puede ser que os agrade algo que sea malo para vosotros. (Al-Baqara, 2:216).
Por ejemplo, la guerra está permitida. Aunque las guerras que se fundamentan en principios específicos y en la intención de mejorar la situación existente pueden traer beneficios, se ha de pensar con detenimiento antes de emprenderla, puesto que en definitiva no traen sino el dolor, dejan casas arruinadas, familias rotas, huérfanos llorando y viudas destrozadas tras de sí.
De todos modos las realidades de la vida no pueden ser descuidadas ni deben ser ignoradas. Los humanos son los espejos de los Nombres de Dios y de Sus Atributos y por lo tanto son distinguidos, de entre el resto de la creación, con el honor de ser responsables de hacer de la Tierra un lugar próspero en Su Nombre. Si ellos no pueden entender la sabiduría y el propósito detrás de cualquier bien o mal que es enviado en su camino por su Creador, no pueden escapar de su desesperación y pesimismo. Para ellos, como se aprecia en la literatura existencialista, la vida se convierte en un proceso sin significado, la existencia en un vacío sin propósito, los actos sin sentido en el criterio único, el suicidio en un acto meritorio y la muerte viene a ser la única realidad inevitable.
La naturaleza fundamental de la humanidad
Después de presentar los argumentos que componen la base de esta cuestión en una introducción, podemos avanzar hacia nuestras consideraciones relativas al tercer milenio.
La historia humana comenzó con dos personas que constituyeron la esencia de la humanidad y se complementaban recíprocamente. La gente vivía una vida tranquila durante este tiempo de los primeros padres y las generaciones y familias que descendieron de ellos. Constituyeron una sociedad unida que compartía el mismo parecer, la misma vida, y el mismo medio natural.
Desde esos días la esencia de la humanidad ha permanecido inalterable y así permanecerá. La realidad alrededor de sus vidas, su estructura física, sus principales características, sus necesidades básicas, el lugar y el momento del nacimiento y la muerte, la selección de padres y el físico, las características innatas, así como el medio ambiente natural a su alrededor no han cambiado. Todo esto precisa de algunas realidades vitales y valores constantes esenciales. De esta manera, el desarrollo y la alteración de las realidades secundarias de la vida deberán estar basados en los ejes de estas realidades y valores primarios, por lo que la vida continuará como un paraíso terrenal, protegida bajo la sombra del Cielo.
Mencionamos anteriormente algunas cuestiones que parecen ser perjudiciales y desagradables. De manera similar, hay rasgos humanos que a primera vista parecen ser malignos, tales como el odio, los celos, la enemistad, el deseo de dominar a los demás, la codicia, la ira y el egoísmo. Un ser humano, a su vez, también tiene otras conductas y necesidades innatas que permiten la continuación de su vida terrenal, tales como la necesidad de alimentarse y las conductas relativas a la concupiscencia y la ira. Todas las conductas, necesidades y deseos humanos deben ser guiados y adiestrados en aras de alcanzar los eternos, universales e invariables valores que señalan los aspectos fundamentales de la humanidad. En este sentido, la necesidad de comer y beber y el deseo asociado a la concupiscencia y la ira pueden ser apaciguados y transformados en medios de absoluta o relativa bondad.
Asimismo el egoísmo y odio pueden llegar a ser fuente de excelentes atributos y bondades. Los celos y la rivalidad pueden ser transformados en pos de la realización de actos virtuosos y caritativos. Los sentimientos de animadversión pueden ser transformados en hostilidad hacia Satanás, el gran enemigo de la humanidad, y a su vez contra los mismos sentimientos de odio y enemistad. La codicia y rabia pueden forzarnos a realizar buenos actos. El egoísmo puede señalar y mostrar los aspectos malignos del alma carnal —nafs—, y de esta manera debemos perseguir y alcanzar la educación y purificación del alma sin justificar sus actos malignos.
Todos los sentimientos negativos pueden ser transformados en fuentes de bondad con preparación y esfuerzo. Así es como alcanzamos el nivel de «la mejor de la Creación» viajando por el camino de la transformación de un ser humano en potencia en uno perfeccionado y auténtico, convirtiéndose, así en el máximo exponente, el modelo y representante personal de la creación y la existencia.
A pesar de este hecho, las realidades de la vida humana no siempre siguen estas pautas. Los sentimientos y atributos negativos frecuentemente derrotan a la gente, arrastrándolos a su dominio, hasta tal punto que incluso las religiones que guían a la gente a la bondad y cortesía son profanadas, así como lo son los sentimientos y atributos fuente de bien absoluto. La vida humana, desde el punto de vista individual y el de la humanidad como un todo, es meramente la suma de las luchas personales internas y de sus manifestaciones externas. Estas oscilaciones y corrientes hacen del mundo personal del individuo, de la sociedad y de la historia un campo de batalla, de lucha y guerra, de opresión y tiranía. Como resultado, es el ser humano normalmente quien sufre en su propia carne las consecuencias.
Hombres y mujeres siempre reciben los frutos de sus actos. En el primer período de su historia la humanidad experimentó una vida feliz como sencilla sociedad, cuyos miembros compartían sus alegrías y tristezas; pero más tarde colocaron sus cuellos bajo un yugo oxidado e inmovilizaron sus pies con las cadenas de opresión como resultado de los celos y la avaricia, debido en gran medida a la codicia de los derechos y propiedades de otros. La consecuencia fue el asesinato de Abel a manos de Caín. Como resultado de esto, la humanidad entró en el camino de la desunión. A pesar de los milenios que han transcurrido, uno después del otro, como si de días, estaciones y años se tratasen, este «ciclo» aún continúa.
El segundo milenio
El segundo milenio se inició con las Cruzadas y las invasiones mogolas que sacudieron el mundo musulmán, el cual constituía el centro del mundo y de la historia de la época. A pesar de las guerras, de la destrucción y de los crímenes cometidos algunas veces en nombre de la religión, la economía, la política y la supremacía militar, este milenio ha contemplado el encumbramiento de las civilizaciones orientales, basadas en la espiritualidad, la metafísica, los valores universales y eternos así como el ascenso de las civilizaciones occidentales, basadas en las ciencias físicas. Muchos descubrimientos geográficos e invenciones científicas importantes han acontecido durante este último milenio.
Sin embargo las civilizaciones de Oriente y Occidente coexistieron separadas la una de la otra. Este alejamiento, que nunca debió haber ocurrido, se basó en el abandono paulatino del intelecto y de la ciencia en Oriente, a la vez que en Occidente se renunciaba a la espiritualidad, la metafísica y los valores eternos e invariables. Como resultado, los últimos siglos de este milenio han sido testigos de increíbles desastres. Debido al aumento de la arrogancia y el egoísmo de la humanidad, alzándose a través de sus logros, hombres y mujeres han tenido que vivir bajo la lacra del colonialismo a lo largo y ancho del mundo, han sufrido en su propia carne masacres indiscriminadas, revoluciones que costaron la vida a millones de personas, inimaginables guerras sangrientas y destructivas, discriminación racial, inmensa injusticia social y económica y «telones de acero» erigidos por regímenes cuya ideología y filosofía negaban con insistencia la esencia, libertad, mérito y honor de la humanidad.
En parte debido a esto y en parte debido a algunas predicciones de la Biblia, mucha gente en Occidente teme que el mundo se inundará otra vez de ríos de sangre, podredumbre y destrucción. Son bastante pesimistas a este respecto y están preocupados por lo que deparará el nuevo milenio.
Nuestras expectativas
Los modernos medios de comunicación y los avanzados medios de transporte han transformado al mundo en una inmensa aldea global. De esta manera, aquellos que esperan que cualquier cambio radical en un país sólo afectara a dicho país, sin apenas efectos colaterales en el resto de países son inconscientes de la realidad actual y se hallan inmersos en un craso error. Este momento es un período de relaciones interactivas. Naciones y poblaciones se encuentran en mayor necesidad y dependencia las unas de las otras, lo cual da lugar a un estrechamiento en las relaciones mutuas.
Esta red de relaciones que ha rebasado el período de despiadado colonialismo y existe en base al mutuo interés, provee algunos beneficios para la parte más débil. Por otro lado, debido a los avances tecnológicos —en concreto la tecnología electrónica digital—, la adquisición e intercambio de información crece gradualmente y como resultado, los individuos ocupan ahora un lugar preponderante, siendo algo inevitable el que los gobiernos democráticos que respetan los derechos individuales reemplacen a los regimenes opresivos.
Ya que cada individuo, a diferencia de los animales, representa a toda la humanidad, los derechos individuales no pueden ser sacrificados por la sociedad y los derechos sociales deben depender de los derechos individuales. Esta es la razón por la cual los derechos humanos y libertades fundamentales que se encuentran en las religiones reveladas fueron adoptadas por un Occidente cansado de la guerra. Estos derechos tienen prioridad en todas las relaciones. A la cabeza de estos derechos se halla el derecho a la vida, el cual es autorizado y puede ser quebrantado únicamente por Dios. Para recalcar la importancia de este derecho en el Islam, un principio básico que aparece en el Corán indica:
Quien mate a un alma, a no ser que sea por asesinato o por causar desorden y corrupción en la Tierra será como si hubiese matado a toda la humanidad. Y aquel que salve una vida será como si le hubiese salvado la vida a toda la humanidad. (Al-Ma’idah, 5:32).
Otros derechos son la libertad de credo, de pensamiento y de expresión; el derecho a la propiedad y la inviolabilidad de su casa; el derecho a formar una familia, a comunicarse y viajar; el derecho a la libertad de educación y a la educación en sí misma. Los principios de la jurisprudencia islámica están basados en estos y otros derechos, los cuales son totalmente aceptados por los sistemas legales modernos, tales como la protección de la vida, religión, propiedad, reproducción e intelecto, así como la igualdad de los individuos, apoyada en el hecho de que todas las personas son seres humanos sin distinción alguna y el rechazo a toda discriminación racial, de color y lingüística. Todo esto será ––y debe ser— indispensable y esencial en el nuevo milenio.
Yo creo —y así lo espero— que el mundo en este nuevo milenio será un lugar más feliz, más justo y más compasivo, contrario a los temores de alguna gente. El Islam, el Cristianismo y el Judaísmo tienen un mismo tronco común, poseen casi los mismos puntos fundamentales y se nutren de la misma fuente. Aunque han convivido como religiones rivales durante siglos, el punto común entre ellas además de su responsabilidad compartida es construir un mundo feliz para todas las criaturas de Dios. Por lo tanto establecer el diálogo entre ellas es necesario e indispensable. Este diálogo se ha extendido incluyendo ahora a las religiones asiáticas y otras zonas del mundo y los resultados han sido positivos.
Como se ha mencionado anteriormente el diálogo se desarrollará como un proceso necesario y los creyentes de todas las religiones encontrarán caminos para el acercamiento y la ayuda mutuos.
Las generaciones anteriores fueron testigo de una amarga lucha que nunca debió suceder: la ciencia contra la religión. Este conflicto aumentó el ateísmo y el materialismo entre las personas, lo cual influyó en el Cristianismo de una manera más acentuada que en el resto de religiones. La ciencia no puede contradecir a la religión, ya que para su propósito hay que entender que la naturaleza y la humanidad son una composición de las manifestaciones de los Atributos de Dios, de Su Voluntad y Poder. La religión tiene su fuente en el Divino Atributo de Discurso, el cual ha sido manifestado a lo largo del curso de la historia de la humanidad mediante las Divinas Escrituras, como son el Corán, los Evangelios, la Tora y otras. Gracias a los esfuerzos de los teólogos cristianos y musulmanes así como el trabajo de los científicos, parece que el anhelado fin del conflicto establecido entre ciencia y religión durante los últimos siglos llegará a su fin o al menos lo absurdo del mismo será reconocido.
El fin de este conflicto y un nuevo estilo de educación, fusionando las religiones y el conocimiento científico con moralidad y espiritualidad, dará lugar a genuina gente instruida con sus corazones iluminados por la religión, las ciencias y la espiritualidad, dotados de mentes iluminadas con ciencias positivas caracterizadas por toda clase de méritos humanos y valores morales conscientes de las condiciones socioeconómicas y políticas de su tiempo. Nuestro viejo mundo experimentará una excelente «época primaveral» antes de su desaparición. Este tiempo de primavera contemplará el estrechamiento de la división establecida entre ricos y pobres, las riquezas del mundo distribuidas de manera más justa de acuerdo con el trabajo de cada individuo, a su capital y sus necesidades; la ausencia de discriminación basada en la raza, color, lenguaje y visión mundial y los derechos humanos básicos y libertades protegidos. Los individuos empezarán a destacar y, aprendiendo cómo alcanzar sus potenciales, ascenderán en el camino que les llevará a ser «el ser humano más enaltecido» en aras del amor, conocimiento y creencia.
En esta nueva época de primavera, cuando el progreso científico y tecnológico sea tomado en consideración, la gente entenderá que el actual nivel científico-tecnológico se asemeja a la etapa en la que un niño aprende a gatear. La humanidad organizará viajes al espacio como si viajaran a otros países. Viajeros en el camino de Dios, aquellos devotos de amor quienes no tienen tiempo para la hostilidad, llevarán las inspiraciones en sus espíritus a otros mundos.
Sí, esta primavera se alzará sobre la base y los fundamentos del amor, la compasión, la misericordia, el diálogo, la aceptación de los otros, el respeto mutuo, la justicia y los derechos civiles. Será un tiempo en el cual la humanidad descubrirá su verdadera esencia. La bondad y la cortesía, la rectitud y la virtud formarán la esencia básica del mundo. No importa lo que ocurra, el mundo comparecerá tarde o temprano en su camino preestablecido divinamente, nadie puede evitarlo.
Nosotros rezamos y suplicamos al Ser Infinitamente Compasivo para que no permita que nuestras esperanzas y expectativas sean en vano.
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