Para iluminar el camino de la humanidad
Hoy, nuestro mayor problema es que muchos no reconocen al profeta Muhammad, y otros descuidan o rechazan seguir su camino. Dios envió a Muhammad, como envió a todos los Profetas anteriores, para iluminar nuestro camino:
Sin duda, Dios ha concedido un favor a los creyentes haciendo que surja entre ellos un Mensajero de su misma gente que les recita Sus Revelaciones, les purifica (de falsas doctrinas, pecados y todo tipo de impurezas) y les instruye en el Libro y la Sabiduría. Mientras que antes estaban perdidos en un extravío evidente (3:164).
Dios envió a los Mensajeros para dirigir a la gente a la verdad y así ser purificados de sus errores. Aquellos que fueron iluminados por los Mensajeros encontraron el camino hacia la Presencia Divina y alcanzaron el rango más alto de la humanidad. En las palabras de Ýbrahim Hakký: «Dios declaró que Él no podía ser contenido por el Cielo y la Tierra. Él sólo puede ser conocido y alcanzado por los corazones». Por esto es por lo que los Mensajeros han conducido a la humanidad al conocimiento de Dios.
Aquellos que siguen esta guía son conmovidos por Dios en lo más íntimo de su ser, ya sea el corazón, el alma o la conciencia, que sólo Dios puede abarcarlo íntegramente. Las mentes no pueden comprenderlo, y la filosofía no puede alcanzarlo. Por lo tanto, los Profetas purificaron las almas, para que fueran espejos en los cuales Dios pudiera manifestarse. El profeta Muhammad nos dejó el Corán y la Sunna[30] para mostrarnos cómo seguir un camino que cumple el objetivo para el cual los Profetas fueron enviados.
Aquí es necesario enfatizar tres puntos. En primer lugar, los Profetas no eran hombres ordinarios; sino hombres elegidos, a través de los cuales Dios se manifestó. Dios los eligió y prestó gran atención a su educación de modo que siempre trataran de obtener Su aprobación. Como sus predecesores, el profeta Muhammad siempre buscaba complacer a Dios. Sus últimas palabras fueron: «¡A Rafiq al-Ala! (A la Morada Más Sublime)». Su esposa ‘Aisha da la siguiente versión de los últimos momentos de Muhammad:
Yo estuve con él en sus últimos momentos. Siempre que enfermaba, me pedía rezar por él; y con la esperanza de que mi súplica fuera aceptada por la bendición de su mano auspiciosa, tomé su mano y recé. Durante su última enfermedad, quise hacer lo mismo, pero de repente retiró su mano y dijo: «¡A Rafiq al-Ala!»[31]
En segundo lugar, el mundo siempre albergará sucesores que dedicarán sus vidas a propagar la verdad. Ellos debieron buscar lo que los Profetas buscaron, predicar lo que los Profetas predicaron, y estrictamente seguir a los Profetas en recomendar el bien e impedir lo reprobable.
En tercer lugar, la muerte no es la aniquilación total, sino un cambio de mundos sin separarse completamente de éste. Las muertes de los Profetas son especiales. En el caso de los mártires, cuyo grado espiritual es inferior al de un Profeta, el Corán señala: Y no digáis de los que han muerto por la causa de Dios: «Están muertos», sino que están vivos, pero no os dais cuenta (2:154). Entonces no podemos decir que los Profetas estén muertos. Así el profeta Muhammad no murió en el sentido estricto de la palabra; él sólo cambió de lugar y pasó a otra dimensión o grado de la vida.
Aquellos que pueden penetrar en otras dimensiones con sus facultades interiores experimentan diferentes concepciones del tiempo y del espacio, ven diferentes criaturas, y examinan cosas y acontecimientos desde diferentes puntos de vista. Consideramos cosas y acontecimientos según la corriente que nos lleva.
Aquellos que ascienden lo bastante alto como para ver todas las dimensiones de esta corriente tienen mayor amplitud de visión cuanto más suben. Así su capacidad y juicio son más amplios al considerar los asuntos. Tal gente podría sentarse con nosotros y, al mismo tiempo, en la presencia del Mensajero de Dios. Haciendo el salat con nosotros, algunos pueden dirigir el mismo salat en el Más Allá ante los ángeles. Hay una clase particular de santos llamado abdal —sustitutos—. Cuando alguien muere, es sustituido inmediatamente por otra persona, quien puede ver al Profeta siempre que lo desee. Yalal al-Din al-Suyuti, un erudito del S.XVI, dijo una vez: «He visto al Mensajero de Dios veintiocho veces, mientras me hallaba despierto».
[30] Los actos practicados por el Profeta a lo largo de su vida.
[31] Bujari, «Maghazi», 78; Muslim, «Salam», 50-51; Abu Dawud, «Tib», 19.
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