Los Compañeros y la Sunna
Los Compañeros obedecían al Mensajero en todo. Estaban tan imbuidos de su amor, que se esforzaban en imitarle en todos los aspectos posibles. De hecho, el Corán les conducía a ello, ya que decía que obedecer al Mensajero estaba íntimamente relacionado con la fe:
¡Pero no! Por tu Señor que no creerán (verdaderamente) hasta que no hagan de ti un juez en todo litigio que surja entre ellos, no encuentren en sí mismos ni la más mínima aflicción en lo que resuelvas y se sometan por completo (4:65).
Lo siguiente son sólo algunos ejemplos de su grado de sumisión:
- Poco antes de su muerte, el Mensajero reunió un ejército y nombró a Usama como comandante del mismo y le dijo «avanza tan sólo hasta el lugar donde tu padre cayó mártir y refuerza nuestro gobierno ahí».[529] El Mensajero cayó indispuesto antes de que el ejército partiese. Cuando Usama le visitó, el Mensajero rezó por él.
- El ejército estaba a punto de partir, cuando el Mensajero murió. Abu Bakr, su sucesor político inmediato y primer Califa, envió el ejército sin pensárselo dos veces, a pesar de los levantamientos que estaban acaeciendo en distintas partes de Arabia. Acompañó a los soldados hasta las afueras de Medina y dijo: «¡Por Dios! Aunque nos atacasen lobos desde todas las direcciones, no arriaría una bandera izada por el Mensajero».[530]
- La muerte del Mensajero impresionó y causó profunda pena a los musulmanes de Medina. La posterior elección para elegir un Califa causó cierta disensión entre los Compañeros. Abu Bakr cargó sobre sus hombros una pesadísima carga, ya que el ejército estaba a la espera de ser enviado, iban llegando noticias de levantamientos y ciertos grupúsculos no estaban satisfechos con su elección.
- En esta coyuntura, Fátima (la hija del Profeta) le pidió su parte de la tierra de Fadak. Abu Bakr no quería ofenderla, pero estaba decidido a ser fiel a la Sunna. Solía decir: «No puedo renunciar a nada de lo que el Mensajero hizo».[531] Había escuchado algo del Mensajero que Fátima no había escuchado, a saber: «Nosotros, la comunidad de los Profetas nunca dejamos nada en herencia. Lo que dejamos es para que sea dado en caridad».[532]
- Tras la conquista de La Meca, gentes de toda Arabia abrazaron el Islam. Por supuesto que no todos eran tan devotos como los Compañeros. Algunos apostataron y, siguiendo a Musaylima «el Mentiroso», se revelaron contra Medina. Otros mostraron signos de sublevación negándose a pagar la limosna purificadora prescrita. Abu Bakr luchó contra todos ellos hasta que la paz y la seguridad reinó otra vez en Arabia.
- ‘Umar era conocido como «el que se somete a la verdad». Al no conocer cuál era el juicio emitido por el Profeta, emitió su propio juicio sobre cuánto se debía pagar como indemnización por haberle cortado a alguien un dedo. Un Compañero se opuso a él diciéndole: ¡Oh Emir de los Creyentes! Escuché al Mensajero decir: «El precio de la sangre de dos manos juntas es el mismo que se paga por una vida. Dicha cantidad ha de ser repartida por igual entre los dedos, a diez camellos por dedo».[533] ‘Umar anuló inmediatamente su sentencia y se dijo a sí mismo: «¡Oh hijo de Jattab! ¿Te atreves a juzgar usando tu propio razonamiento algo que el Mensajero ya ha decretado?».
- Abu Musa al-Ashari fue a visitar a ‘Umar. Llamó a la puerta tres veces y luego se marchó ya que nadie contestaba. Después de que Abu Musa se marchase, ‘Umar abrió la puerta y mandó a por él y le preguntó por qué se había marchado. Abu Musa respondió: «El Mensajero dijo: “Cuando visites a alguien, llama a la puerta. Si no se te permite entrar tras haber llamado a la puerta tres veces, márchate”». ‘Umar le preguntó si podía verificar dicho hadiz, el cual era desconocido para él. Abu Musa trajo a Abu Said al-Judri, quien dio fe de la veracidad del mencionado hadiz. Ante lo cual ‘Umar se dio por vencido.[534]
- Cuando ‘Umar fue apuñalado mientras se postraba en la mezquita, se le preguntó si quería nombrar un sucesor. ‘Umar respondió: «Si lo nombro, uno que es mejor que yo (Abu Bakr) así lo hizo. Si no lo nombro, uno que es mejor que yo (el Mensajero) tampoco lo hizo».[535] ‘Umar estaba seguro de seguir la segunda opción. Sin embargo, a fin de prevenir cualquier posible desacuerdo, dejó el asunto en manos de una comisión consultiva que constituyó para tal efecto.
- Cuando ‘Umar vio a Zayd ibn Jalid al-Yuhani realizar una oración supererogatoria después de la Oración de la tarde, le recriminó hacer lo que el Mensajero nunca había hecho. Zayd le dijo: «Aunque me rompas la cabeza en dos pedazos no voy a dejar de hacer esta Oración de dos rak’as, ya que he visto al Mensajero hacerlas».[536]
- Umm Salama, una de las esposas del Profeta, informó que un día su marido no pudo realizar la Oración sunna de dos rak’as después de la Oración del mediodía porque estaba ocupado con la visita de una delegación. Por lo que rezó esas dos rak’as tras la Oración de la tarde.[537] Zayd debió de haber visto al Mensajero realizarla en dicho momento.
- ‘Ali bebió una vez agua estando de pie. A lo cual Maysara ibn Yaqub le criticó diciendo: «¿Por qué bebes estando de pie?». ‘Ali respondió: «Si lo hago es porque vi al Mensajero haciéndolo. Si bebo sentado, es porque vi al Mensajero haciéndolo».[538]
- En vez de lavarse los pies durante el wudu, los musulmanes pueden pasar la mano húmeda sobre unas botas ligeras de suela fina («mest») para andar por casa (o para emplearlas bajo un calzado normal).[539] Mostrando la supremacía de la Sunna por encima del razonamiento personal, ‘Ali dijo: «Si no hubiese visto al Mensajero pasar su mano sobre la parte superior de sus botas ligeras de suela fina, hubiese considerado que era más apropiado pasarla por la suela».[540]
- Si un musulmán mata a otro por error, los herederos del homicida han de pagar precio de la sangre. ‘Umar pensó que la esposa no podía heredar ningún precio de la sangre en nombre de su marido. Sin embargo, Dahhak ibn Abi Sufyan le informó que cuando Ashyam ibn Dibabi había sido asesinado, el Mensajero le dio algo del precio de la sangre a su esposa. ‘Umar declaró: «A partir de ahora, las esposas heredarán del precio de la sangre de sus maridos».[541]
- Abu Ubaida ibn Yarrah dirigió los ejércitos musulmanes que luchaban en Siria. Cuando ‘Umar fue a visitarle en Amwas, la peste ya se había desatado. Antes de que ‘Umar entrase en la ciudad, Abd al-Rahman ibn al-Awf le dijo: «Escuché al Mensajero decir: “Si escucháis que la peste se ha desatado en un lugar, no vayáis a dicho lugar. Y si estáis en dicho lugar, no lo abandonéis”».[542] ‘Umar, que era tan obediente de la Sunna, regresó a casa sin ver a su fiel amigo por última vez.
[529] Ibn Sad, «Tabaqat», 2:190.
[530] Suyuti, Tarij al-Julafa’, 74.
[531] Bujari, «Faraid», 3.
[532] Bujari, «Jums», 1; Muslim, «Yihad», 52.
[533] Ibn Hanbal, 4:403; Hindi, Kanz al-‘Ummal, 15:118.
[534] Muslim, «Adab», 7:33; Ibn Hanbal, 3:19.
[535] Bujari, «Ahkam», 51.
[536] Ibn Hayar, Fath al-Bari, 3:83.
[537] Bujari, «Mawaqit», 33.
[538] Ibn Hanbal, 1:134.
[539] Es un calzado especial hecho de cuero para realizar las abluciones. En el hipotético caso de que no pueda lavarse los pies por varios motivos tan sólo se ha de colocar dicho calzado y pasar la mano mojada por su exterior. Deben de tener la resistencia suficiente como para que se ande con ellos unos cinco kilómetros. Y tanto éstos como lo que uno vista con los mismos (por ejemplo, calcetines o zapatos) deben de estar limpios. Generalmente se calzan sobre los calcetines.
[540] Abu Dawud, «Tahara», 63.
[541] Abu Dawud, «Faraid», 18; Ibn Maya, «Diyat», 12; Tirmizi, «Faraid», 18.
[542] Bujari, «Tib», 30; Ibn Azir, Usd al-Ghaba, 3:48.
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