Trabajadores del pensamiento, construyendo el futuro
Aquellos que moldeen el mañana con sus ideas serán los guías de las próximas generaciones. Su forma de pensar y razonar redefinirá el mundo, y sus mensajes iluminarán el futuro. No actuarán como esos herederos que adquieren su herencia sin esfuerzo ni sufrimiento, y su comportamiento nunca llegará a ser una extravagancia imprudente. No, ellos no malgastarán nada, todo lo que ganen será producto de su extenuante esfuerzo y de su devoción. En sus manos, lo poco llegará a ser muy abundante y su interior luminoso será el útero donde la inexistencia se transformará en existencia.
No serán manipuladores que se aprovechen y se conformarán con lo que se les dé. No, cuando sea necesario, todos y cada uno de ellos golpearán con seguridad las piedras más duras, tal como hizo Moisés al dividir las insondables aguas para abrir el camino.
Sabrán esperar cuando tengan que hacerlo, y sabrán actuar cuando tengan que actuar. A veces, caerán a tierra como azotados por un rayo. Sin embargo, en otras ocasiones sabrán evitar las tormentas más violentas y esperar a que los tiempos traigan brisas más frescas. Son rápidos y audaces, pero sus acciones no carecen de reflexión. Sus mentes están iluminadas, sus decisiones son certeras y su conducta ecuánime.
No ven nada malo en ninguna idea o corriente de pensamiento. Sin embargo, la orientación de sus corazones es inmutable, basada en el propio fundamento de su fe. Para ellos, incluso los movimientos de pensamiento más brillantes no son dignos de atención si, finalmente, no pueden relacionarse con su creencia. Es decir, que no lucharán para recuperar aquellos ríos que nunca llegarán a regar sus tierras ni alimentar sus lagos.
Su poder se deriva de la verdad y se esfuerzan por alcanzarla. Aun así, saben que el poder no es tal si no tiene propósito y lugar, y también saben ser prudentes cuando no pueden igualar al poder de sus adversarios. De apariencia superficial, son inteligentes y sabios.
Son francos y sinceros con los amigos y su visión se adapta con gusto a sus enemigos. En su mundo, el corazón y la razón van de la mano; los amigos no son ignorados y los enemigos no son rechazados mediante acusaciones.
Su ira nunca llega a la crueldad, pero su indulgencia no tolera la injusticia. Su atmósfera bendita está libre de cualquier crueldad deliberada y de los lamentos de los oprimidos.
Tienen voluntad y determinación. Ni las preocupaciones mundanas, ni el deseo del Paraíso pueden atraparles hasta el día de la verdadera festividad. Exhalan sin cesar el incomparable incienso de la trascendencia.
Hacen las veces de cordón espiral que conecta a sus comunidades con las verdades de los reinos que están más allá de los cielos. Este cordón es irrompible, a pesar de las manos malévolas que tratan de destrozarlo una y otra vez. No sienten miedo de las llamas ni viven intimidados por los cañones de la tiranía ya que, a menudo, se han enfrentado a infiernos y golpes demoledores.
Para ellos, la verdadera libertad está conectada con la Verdad Divina. Por lo tanto, cada esfuerzo del yo carnal en el camino de lo Divino engendra una euforia en su adoración e infunde a los fieles una alegría inacabable. Esto es especialmente cierto cuando el alma va mucho más allá de lo que el humano primigenio quiere y le complace, anclada en el refugio seguro del corazón...
Los que moldearán el mañana están siempre luchando con su yo carnal. Están tan completos que no podrán ser embaucados por los halagos que les lleguen de la buena voluntad de otras personas. Nunca se jactan de sus propios logros, independientemente de lo grandes que estos sean ni se vanaglorian del respeto que otros les tributan. Cuando sus nombres se oigan en todas partes y su reputación no conozca límites, seguirán siendo los mismos individuos modestos y sin pretensiones que eran al principio, cuando asumieron el compromiso sagrado. Esta modestia y falta de pretensiones serán bordadas con nobleza y dignidad.
Nunca se convertirán en mendigos que buscan algo a cambio de las acciones que llevan a cabo por el bien de su pueblo. Para ellos, la mendicidad es aborrecible, incluso estando en absoluta necesidad. Mendigar significaría hacer lo que más desprecian: recibir el doble de lo que dieron a su pueblo.
Una vez más, rogamos la ayuda necesaria para que llegue una generación elevada cuya visión es inminente en el horizonte. Oramos, sabiendo que Dios Misericordioso no nos va a defraudar.
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